Cuando esta semana se preguntó a los colombianos sobre los problemas más graves que deben abordarse en las próximas elecciones presidenciales, las respuestas sugirieron que las propuestas de gobierno de los candidatos deberían ir enfocadas a resolver los asuntos relativos a la corrupción, el desempleo y la salud. El candidato que haga caso a esas encuestas perderá sin duda las elecciones, cualquiera que sea su nombre, su hoja de vida, su respaldo económico, o su maquinaria política. Para desgracia del progreso socioeconómico del país, al final el tema que hará que los colombianos votemos será de nuevo el de la paz. La paz, la guerra, la inseguridad, o como se le quiera llamar. Ese ha sido el tema central de todas las contiendas electorales en mi tiempo de vida.
Lo será también esta vez porque la implementación del Acuerdo siempre iba a levantar más llagas que la conclusión de la negociación, conforme se materializaban las promesas hechas a la guerrilla. Cuando en el Centro Democrático se hacían los cálculos de la derrota del plebiscito, se pensaba que la campaña podría considerarse un éxito político si se lograba el 30 por ciento de los votos, porque luego se sumarían otros tantos a las presidenciales, cuando la opinión pública pudiera ver que las advertencias que en esa contienda el uribismo levantaba a forma de bandera, obedecían a la realidad.
Pero lo que no se calculó nunca fue la ineptitud del gobierno para cumplir su parte del Acuerdo. Tampoco la falta de visión política de las Farc, que son aliados constantes de las aspiraciones políticas de la oposición. La visita de miembros del Secretariado de las Farc al Congreso de la República, sin autorización de ingreso; la deserción ya masiva de militantes de la guerrilla de las Zonas Transitorias de verificación, la violación del cese al fuego – ¿Del Ejército primero, o de las Farc? – que provocó la herida del Capitán Camilo Echeverry, y la elección de una Magistrada Fajardo que para llegar a su cargo comprometió su buen juicio en lo relacionado a la implementación del Acuerdo, fueron los eventos destacados de esta semana. Pero no es sorpresa, todos los meses nos encontramos algún episodio macondiano que contribuye al colapso del apoyo al gobierno y revitaliza el tema aparentemente desgastado de la paz.
Es cierto que la complicidad de la inmensa mayoría de los medios de comunicación con el gobierno en lo que se refiere a la implementación del Acuerdo contradice la razón de ser del periodismo en una democracia. Pero algunos periodistas hacen suficiente eco de las noticias que se producen de la torpeza política incorregible del “Ejército del Pueblo” para mantener el debate vivo.
No puede ser entonces sorprendente que tantos de los encuestados -la mayoría- quieran ver en el palacio de Nariño a “el que diga Uribe”. A quienes se oponen al expresidente les parecerá caudillismo, pero lo cierto es que el Senador es el líder del único partido de centro o de derecha que tiene una posición definida, una coherencia ideológica.
En ese orden de ideas, solo si el debate se alejara verdaderamente de los temas de paz, vería peligrar el Centro Democrático sus opciones en los próximos comicios. Pero, para desgracia la mayoría de partidos políticos, el tema seguirá vigente, se cumplan o se incumplan el Acuerdo, porque serán motivo de debate o el Acuerdo, o su incumplimiento. Seguirá vigente porque, aunque se hayan desmovilizado las Farc, el ELN seguirá operando; seguirá vigente porque aun desmovilizado el Ejército de Liberación Nacional, el lugar de estos actores lo tomarán otros grupos que surgirán, sobre todo, de la incapacidad del Estado para ejercer el control territorial; seguirá vigente porque habrá guerra en Colombia mientras perdure el Narcotráfico. El Narcotráfico es la más importante de las causas de la perpetuación de la violencia en nuestro país – lastre de nuestro desarrollo-, y el tema que debería captar el foco de las próximas elecciones.
Publicado: junio 3 de 2017