Desde luego que en los deportes, como en tantas cosas de la vida, el primer perdedor es el segundo.
Tal fue el caso de Nairo Quintana en el pasado Giro de Italia. El boyacense se ubicó segundo en la general detrás del holandés Tom Dumoulin, quien venció en el Giro del centenario con todos los honores. Eso nadie lo ha puesto ni lo pondrá en duda.
Sin embargo, lo hecho por Nairo hay que mirarlo con lupa. No hay duda de que los italianos hicieron un trazado para que venciera su pedalista Vincenzo Nibali.
Por ejemplo, al recorrido le metieron dos contrarreloj planas que sumaban casi 70 kilómetros. El colombiano perdió en las dos fracciones con Dumoulin más de cuatro minutos. Eso es una enormidad.
Creo adicionalmente que los organizadores de la carrera daban por descontado que Nibali le ganaría a Quintana en las dos contrarreloj por un tiempo suficiente para defenderse en la montaña de los ataques del de Cómbita. Pero no fue así. El líder de Movistar estuvo a la altura de Nibali y de ahí su segunda posición en la general.
Y, como si lo anterior fuera poco –respecto de Dumoulin y Nibali–, la organización optó por quitar este año la alta montaña. En general solo hubo etapas de media montaña, en unos casos, y en otros, Nairo se encontró con que, terminados los ascensos, la meta estaba a 15 o a 20 kilómetros y en plano o en descenso.
Está probado que Nibali es uno de los pedalistas que mejor baja en la élite mundial y Dumoulin no se queda atrás. No sobra reconocer, sin embargo, la mejoría que ha tenido Nairo en este tipo de exigencias que durante toda la vida han sido un dolor de cabeza para los ciclistas nuestros.
En conclusión, creo yo, se trató de un Giro que a Quintana le quedaba bien difícil ganar. Tal vez eso no lo vieron los directores deportivos de Movistar.
Seguramente creyeron que la ausencia en el Giro del británico Chris Froome era suficiente para ganar. Error grande: hoy en día las fuerzas están muy medidas y ni siquiera un hombre como Quintana es capaz de descontar en la montaña tres, cuatro o más minutos, como al parecer lo supusieron Eusebio Unzué y compañía.
Amén de la derrota de Nairo en el Giro –en 2014 fue el ganador de la carrera italiana–, para nadie es un secreto que el plato fuerte del ciclismo colombiano en 2017 es el Tour de Francia.
De esa carrera Quintana ya fue segundo en 2013 y 2015 y tercero en 2016. Así haya uno que otro aficionado que trate de minimizar esas tres actuaciones, lo cierto es que eso no es fácil. Cantidad de corredores, como el francés Raymond Poulidor, nunca pudieron ganar un Tour.
Pero volvamos al Tour de este año. Problema aburridor: hay dos etapas planas contrarreloj que suman casi 37 kilómetros. Para que queremos tapar el sol con dos dedos: Froome, actualmente, es unos de los mejores contrarrelojeros del mundo. En las pasadas olimpiadas de Río de Janeiro solo fue superado por Fabian Cancellara y Dumoulin.
Esas dos contrarreloj le van a costar canas a Nairo, entre otras cosas porque soltar a Froome en la montaña es un verdadero reto para el colombiano. Por el contrario, el año pasado nos fue como a los perros en misa con Froome en la montaña (súmenle a eso que Movistar es un equipo bien malito, con excepción de Quintana y Alejandro Valverde).
De pronto nos ayudaría que el británico este año no esté en las condiciones de ediciones pasadas. Se dice que atraviesa por delicados dolores musculares. El mismo Froome ha reconocido que sufre de tortuosos dolores en su cuello y que por esa a veces se le ve incómodo en la bicicleta.
A eso hay que sumarle que Froome acaba de cumplir 32 años, mientras que Nairo solo tiene 27. Eso pesa aquí y en Constantinopla.
La mayoría de grandes campeones del Tour –léase Merckx, Anquetil e Induráin– sufrieron mucho sobre la bicicleta después de los 30 abriles. ¿Por qué a Froome la edad nunca le va a pasar la cuenta de cobro por tanto esfuerzo? Eso es imposible.
Pase lo que pase, en fin, a Nairo los colombianos tenemos que agradecerle por tanto esfuerzo, por tanto amor por Colombia, por tanto pundonor deportivo, por paralizar al país cuando está compitiendo y por hacernos olvidar –así sea por horas– que tenemos un presidente que acabó con lo que poco que teníamos.
Publicado: junio 2 de 2017