La Fe de Colombia está siendo puesta a prueba, pues estamos viviendo una batalla multifacética que se hará más intensa en la próxima campaña presidencial. El escenario principal de este combate histórico se jugará en las conciencias de los electores: escogerán entre el dinero sucio de las FARC, producto de 53 años de violencia y narcotráfico, que seguramente se regará por todas partes para comprar la democracia y usurparla; o un futuro donde se respete la libertad en todos los campos.
Peones y alfiles de la narcoguerrilla se desplazarán por el tablero que ha puesto sobre la mesa el actual gobierno, pasando por encima de todos y de todo, con niveles de desaprobación nunca antes vistos. Un hecho: en el exterior empiezan a surgir voces que cuestionan lo que trata de vender la diplomacia de la paz. Es evidente que el colombiano promedio no quiere saber nada del actual presidente.
Los vaticinios son inciertos; no obstante, la Fe sigue intacta. En este punto y hora, las imágenes de la tragedia venezolana son elocuentes, y en general, el ciudadano del común tiene presente que los 900 mil venezolanos que han llegado a Colombia son el mejor testimonio de las consecuencias de una mala decisión electoral. A propósito de este tema, quienes han tenido que emigrar de la pesadilla comunista de Maduro y su cartel de los soles, hoy son fuerte competencia en el ámbito laboral; incluso en el transporte público muchos de ellos se ganan la vida en el rebusque, situación que empieza a despertar rechazo en los vendedores ambulantes colombianos, amenazados por esta inesperada competencia foránea.
La batalla campal por Colombia presenta una faceta particular: el terreno de la Fe. Allí se han fortalecido comunidades humildes, especialmente católicas y protestantes, que se reúnen periódicamente para orar por el país, y neutralizar con sus plegarias las medidas absurdas de un gobierno que no se cansa de atentar contra nuestro porvenir.
Al respecto, la realización de numerosas vigilias de oración, a lo largo y ancho de nuestra patria, se están desarrollando de manera ininterrumpida. Cabe resaltar que Colombia ha sido consagrada al Sagrado Corazón de Jesús, una vez más, el pasado viernes 23 de junio, en ceremonia que contó con la presencia de una feligresía que ocupó todas las bancas de la Catedral Primada.
Mujeres curtidas por las dificultades, abuelitas y amas de casa; pensionados y padres de familia preocupados por las amenazas que afrontan sus hijos adolescentes, hoy encaran la droga, el alcoholismo, la ideología de género, las sectas de todo tipo, así como las redes sociales mal usadas y la adicción a la tecnología, y son quienes conforman este valioso ejército, disciplinado y constante, que se reúne en oración, para defender a Colombia.
Esta es una realidad que no sale en televisión ni en la radio: pequeñas comunidades, que basan su existencia en compartir la Fe, como generosa manifestación de un talante espiritual que se vive en la intimidad de barrios, conjuntos residenciales, parroquias, lugares de culto y grupos de oración: fundamento de una identidad que no hemos perdido.
Esa Fe, reconocida por individuos provenientes de otras latitudes, es la que estuvo detrás del triunfo del 2 de octubre, y va continuar sosteniendo a nuestro pueblo. Un gran hombre de la Iglesia recordaba que “debíamos trabajar como si todo dependiera de nosotros, y orar como si todo dependiera de Dios”, máxima que hoy es plenamente vigente.
Con todo respeto: seamos auditores permanentes de lo que haga el actual gobierno. No dejemos de protestar cuando las circunstancias así lo exijan; no dejemos de reclamar ante las arbitrariedades que nos quieran imponer; no dejemos de oponernos a todo lo que obstaculice el disfrute de la vida. Que la Fe mueva a Colombia, para que nunca perdamos la Esperanza y seamos capaces de practicar la Caridad. No bajemos la guardia. Es cuestión de Fe.
“Cuando esta chispa se apague, el cuerpo se convertirá en ceniza, y el espíritu se desvanecerá como aire ligero” (Sabiduría 2, 3)
Publicado: junio 28 de 2017