En los manifiestos políticos hay que esmerarse en separar la paja del grano, lo que se dice para la exportación, a guisa de buenas intenciones y para adormecer las conciencias, y el núcleo de lo que realmente se pretende llevar a cabo.
Es lo que resulta indispensable hacer respecto del «Acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera» que se firmó como resultado de las conversaciones de La Habana entre el gobierno de Santos y las Farc.
Ese AF está plagado de retórica declamatoria tras de la que se esconde un programa minuciosamente urdido y articulado tendiente a facilitarles a las Farc su ansiada toma del poder.
Mucho se habla en el mismo de la ampliación y la profundización de la democracia, que supuestamente «permita que surjan nuevas fuerzas en el escenario político para enriquecer el debate y la deliberación alrededor de los grandes problemas nacionales y, de esta manera, fortalecer el pluralismo y por tanto la representación de las diferentes visiones e intereses de la sociedad, con las debidas garantías para la participación y la inclusión política» (pag. 7).
Se precisa en la página 35 que «Esto incluye el fortalecimiento de las organizaciones y movimientos sociales, y el robustecimiento de los espacios de participación para que ese ejercicio de participación ciudadana tenga incidencia y sea efectivo, y para que vigorice y complemente la democracia».
Dentro de este orden de ideas, al tocar el tema de derechos y garantías para el ejercicio de la oposición política en general, al comienzo del numeral 2.1.1. se dice que:
«El ejercicio de la política no se limita exclusivamente a la participación en el sistema político y electoral, razón por la cual la generación de espacios para la democracia y el pluralismo en Colombia requiere del reconocimiento tanto de la oposición que ejercen los partidos y movimientos políticos, como de las formas de acción de las organizaciones y los movimientos sociales y populares que pueden llegar a ejercer formas de oposición a políticas del Gobierno Nacional y de las autoridades departamentales y municipales».
Se habla entonces de que hay que que garantizarles a las organizaciones y los movimientos sociales y populares el pleno ejercicio de derechos y libertades, incluyendo el de hacer oposición, así como promover y facilitar los espacios para que tramiten sus demandas, tema que se desarrolla en el numeral 2.2.1.
Las organizaciones y movimientos sociales y populares suelen manifestarse a través de la movilización y la protesta. El numeral 2.2.2. versa sobre las garantías respectivas, dentro del criterio que en seguida se enuncia:
«La movilización y la protesta pacífica, como formas de acción política, son ejercicios legítimos del derecho a la reunión, a la libre circulación, a la libre expresión, a la libertad de conciencia y a la oposición en una democracia. Su práctica enriquece la inclusión política y forja una ciudadanía crítica, dispuesta al diálogo social y a la construcción colectiva de Nación. Más aún, en un escenario de fin del conflicto se deben garantizar diferentes espacios para canalizar las demandas ciudadanas, incluyendo garantías plenas para la movilización, la protesta y la convivencia pacífica. Junto con la movilización y la protesta se deberán garantizar los derechos de los y las manifestantes y de los demás ciudadanos y ciudadanas.»
Más adelante se dispone que «Las movilizaciones y las protestas, incluyendo los disturbios se tratarán con pleno respeto de los derechos humanos por parte de la autoridad legítima del Estado, garantizando a la vez, de manera ponderada y proporcional, los derechos de los demás ciudadanos»(pag. 45).
Hay acá toda una concepción de la democracia que no vacilo en llamar tumultuaria, pensada para que sirva de antesala de la revolución. Lo que ahí se prevé no es otra cosa que el estímulo para la multiplicación de soviets a todo lo largo y ancho del territorio nacional, que después dará lugar a repetir la consigna promovida por Lenin que rezaba: «Todo el poder para los soviets».(Ver Los Soviets: Su origen, desarrollo y funciones).
Es bien sabido que de ahí a la instauración de la dictadura solo media un paso. La fórmula oficial era la dictadura de los soviets de obreros y campesinos. En realidad, todo se encaminaba hacia el poder absoluto para Lenin, tal como puede leerse aquí: ¿Todo el poder para los soviets?
Las Farc han sido enfáticas en afirmar que el Acuerdo Final es solo un paso al frente en su estrategia revolucionaria. Si dicen haber abandonado la idea de la toma del poder por medio de las armas, es porque lo convenido con Santos les garantiza llegar a él por otros medios, vale decir, por la combinación de diferentes formas de lucha. La más importante de ellas, la movilización popular que desgasta a los gobernantes en todos los niveles, al no ser capaces de satisfacer las múltiples y crecientes demandas de los distintos colectivos que se pondrán en acción, ni de poner freno a sus movilizaciones, así deriven en disturbios.
Sus modelos contemporáneos son el cubano y el venezolano. Lo proclaman con entera franqueza: aspiran a que Colombia sea como Cuba y Venezuela. Pero los regímenes que imperan en estos países no obedecen a los principios de la democracia pluralista, celosa en el respeto de la dignidad humana y los derechos que de la misma emanan, sino a los de otra concepción de la democracia, la totalitaria, que se creyó vencida con el derrumbe del imperio soviético, pero trata de revivir en América Latina por obra del Socialismo del Siglo XXI que surgió por iniciativa de Fidel Castro.
De la democracia totalitaria trata un texto que ya es clásico de J. L. Talmon, que lleva precisamante por título «Los Orígenes de la Democracia Totalitaria». Se lo puede descargar a través del siguiente enlace: The Origins Of Totalitarian Democracy.
Esa democracia se opone radicalmente a la pluralista, que es de inspiración liberal. Una y otra son incompatibles entre sí, como lo demostró Raymond Aron en un texto que también es clásico, «Democracia y Totalitarismo».
Se sigue de ahí que las frecuentes menciones al pluralismo político que se hacen en el Acuerdo Final son del todo engañosas. Lo que con el mismo se busca no es profundizar una democracia liberal, sino abrirle cauce al proyecto totalitario y liberticida que anima a las Farc, tal como lo pone de manifiesto un lúcido escrito del profesor Darío Acevedo Carmona, «Democracia o Totalitarismo», cuya lectura recomiendo vivamente (Ver Democracia o totalitarismo).
Jesús Vallejo Mejía
Publicado: junio 23 de 2017