Independientemente de las posiciones políticas en esta polarización en que nos han querido meter a la mayoría de los colombianos, desde el punto de vista objetivo, se cumple el punto de la dejación de armas por parte de las FARC-EP. Así lo ha dejado claro el comunicado de la misión de la ONU que certifica que tiene en su poder y bajo su custodia 7.132 armas individuales y que solo están en poder de las FARC, las necesarias para la seguridad de los 26 campamentos donde estaran los guerrilleros hasta el primero de agosto.
La dejación de las armas, forma parte del componente del fin del conflicto ”proceso integral y simultáneo” que implica entre otros puntos del acuerdo, que se “intensificará el combate para acabar con las organizaciones criminales y sus redes de apoyo, incluyendo la lucha contra la corrupción y la impunidad, en particular contra cualquier organización responsable de homicidios y masacres o que atente contra defensores de derechos humanos, movimientos sociales o movimientos políticos, y el compromiso del Estado colombiano en el esclarecimiento del fenómeno del paramilitarismo”
Desde ahora, los frentes disidentes de las FARC que no se acogieron al acuerdo suscrito con el Estado colombiano y las organizaciones armadas que se encuentran en el territorio nacional, que no tienen reconocimiento político ni gozan de respaldo internacional, son consideradas oficialmente organizaciones criminales y podrán ser combatidas con todos los instrumentos bélicos para pretender su aniquilamiento. Ningún país, ni ninguna ONG defensora de derechos humanos velará e intrigará por su estatus o reconocimiento de fuerza beligerante. Con toda la tecnología con la que cuentan las fuerzas armadas serán buscados, perseguidos y dados de baja sin consideración. El Estado colombiano está preparado logística y normativamente para ese propósito, incluso para bombardear sus campamentos, escondites y cambuches. Así está acordado; escrito.
Vienen días inciertos para la patria. Aunque desde la Vicepresidencia de la República se coordina y se pone en marcha el plan con un grupo élite de la Policía Nacional para enfrentar las organizaciones criminales de las que habla el acuerdo, y el Ejército de Colombia esté preparado para el combate, la guerra del posconflicto puede ser corta y sangrienta, si esas organizaciones no deciden someterse voluntariamente al régimen constitucional imperante y ponerse a disposición de la justicia.
Temo que la figura mitológica de la Hidra de Lerna, que nos recuerda que por cada cabeza que le amputaban al monstruo, este regeneraba en dos o más, haciendo imposible su muerte, cobre vigencia en nuestro suelo patrio. La leyenda reaparece en nuestra historia, cada vez que nos ilusionamos con la paz. Ojala esta vez sí sea, y luego de los próximos meses duros y de mucha y silenciosa confrontación armada, podamos reconstruir a Colombia, entre todos los colombianos. Claro y ojalá se esclarezca el fenómeno del paramilitarismo con la verdadera responsabilidad del Estado, desde donde se creó semejante aparato de guerra.
Publicado: junio 27 de 2017