Colombia es un país, impresionantemente bello, pleno de diversidad natural, con variedad de paisajes; con una gastronomía exquisita, preparada para gustar. Los colombianos somos alegres, creativos, pujantes, emprendedores, amables y muy hospitalarios.
Y, sin embargo, llevamos décadas afectados por la violencia, perpetrada por criminales, gente macabra que arremete contra niños, mujeres, padres de familia, familias enteras; atacan a personas de bien, en su infundada violencia, asesinando, destruyendo hogares, generando terror y pánico general.
Lo ocurrido este fin de semana, en la acción violenta de estallar explosivos en el Centro Comercial Andino, y asesinar a tres mujeres, dejar varias personas heridas, y cientos de personas indefensas afectadas por el impacto psicológico del acto criminal, nos revive a millones de colombianos la violencia de las décadas recientes. Violencia que rechazamos con contundencia, y que de ninguna manera quisiéramos volver a vivir.
Deseo invitar a los jóvenes y adolescentes a repasar la historia resiente, y tantos hechos y acciones atroces, que si bien no han sido vividos directamente por ellos, sí los vivieron sus padres, tíos, hermanos mayores o abuelos.
Por ejemplo, vienen a mi memoria, recuerdos de combates entre el Ejército y la guerrilla del M-19, frecuentes en las faldas de los farallones de Cali, que se alcanzaban a escuchar en sectores residenciales del sur de la ciudad; la toma del Palacio de Justicia, por esa misma guerrilla y las palabras de súplica por su vida y la de todos los allí secuestrados, del doctor Alfonso Reyes Echandía, presidente de la Corte Suprema de Justicia. Los impactos por las bombas y atentados ordenados por Pablo Escobar, que nos llevaron a evacuar nuestro lugar de residencia en Bogotá. El profundo dolor por las personas fallecidas, porque ese mismo personaje, hizo explotar un avión en pleno vuelo rumbo a Cali, donde viajaban familiares de amigas cercanas. Las tomas guerrilleras y los asesinatos de decenas de policías en Patascoy (Nariño) y Mitú (Vaupés), y ataques a muchos otros municipios, en todos los departamentos del país. Los ataques permanentes a población civil y las estaciones de Policía en el Catatumbo, el Cauca, Arauca, Antioquia, Chocó, Valle. Y las noticias de permanentes secuestros en las carreteras intermunicipales, pero también en las principales carreteras del país, y secuestros de grupos de personas en plena iglesia, como el de la María en Cali, o en su lugar de residencia, como el del edificio Miraflores en Neiva.
Son cantidades de recuerdos y, en varios casos, de vivencias, de una generación que como la mía, creció en medio de una violencia permanente. Violencia que creímos lejana porque en décadas anteriores ocurría principalmente en la Colombia rural. Pero que vivimos directamente porque llegó y se asentó en las zonas urbanas.
Lo ocurrido este sábado en Bogotá, es una muestra de que no se debe bajar la guardia. Que la seguridad, es un valor irrenunciable y principal en la democracia.
Que son tan necesarios los recursos para la inversión social, como para garantizar la seguridad de todos. Que la vida y la integridad de todos y cada uno de los ciudadanos debe garantizarse. Pero también, que en Colombia jamás se ha debido perder el principio fundante del respeto a la vida, teniendo a través de la seguridad una estrategia permanente, definida y preventiva.
Todos debemos rodear a las autoridades en general, al Gobierno Nacional, a la alcaldía, y a la Policía. No hay otra manera. Solo a través de la educación en valores, de la protección conjunta podemos sobreponernos y lograr para Colombia la anhelada paz, que todos deseamos y reclamamos para vivir. Sin embargo, como lo hemos dicho cientos de veces: los premios y las indulgencias a las acciones de terror, fomentan el terror.
A la sombra de los buenos deseos, de los discursos de paz, de bondad, de perdón y como vamos, hasta de olvido, se acomodan agresores, violadores, asesinos, violentos y actores del terror, para nutrir su maldad y profunda capacidad de hacer daño a nuestra comunidad nacional.
Publicado: junio 19 de 2017