Los victimarios deben ser sancionados, sobre todo cuando se trata de los responsables de actos de barbarie contra las mujeres.
Entre los muchos crímenes cometidos por las Farc que quedarán impunes, está el maltrato sistemático a las mujeres.
En las filas de la guerrilla, las mujeres fueron víctimas de las peores vejaciones. Miles de niñas fueron reclutadas contra su voluntad para servir como esclavas sexuales de los cabecillas del terrorismo. Abundan las denuncias tanto nacionales como extranjeras que dan fe de ese comportamiento aberrante y, repito, sistemático.
Las mujeres gozamos del derecho a desarrollar nuestra sexualidad. Así mismo, somos libres de ejercer nuestro derecho reproductivo. Durante décadas, las Farc implementaron una política criminal que obligaba a las mujeres embarazadas a abortar.
No solo las utilizaban como esclavas sexuales, sino que las forzaban a interrumpir su embarazo. Por ello, la fiscalía colombiana tiene documentados más de 300 casos de abortos forzados.
Existen evidencias de que los niños que alcanzaban a nacer eran envueltos en plástico hasta que murieran por asfixia. Y las Farc justificaban aquella barbarie alegando que el llanto del recién nacido podía delatarlos ante las tropas de las Fuerzas Militares colombianas.
Su nombre es Héctor Albeidis Arboleda y su alias es El Enfermero. Se trata de un sanguinario que abusivamente practicó centenares de abortos forzados contra las niñas que pertenecían a las Farc. Arboleda es a las Farc, lo que el doctor Mengele era al régimen Nazi.
La diferencia es que Mengele murió en Suramérica huyendo de la justicia internacional que lo buscó con ahínco para sentarlo en el banquillo de los acusados, mientras que alias El Enfermero seguramente recuperará su libertad en los próximos días y lo veremos caminando por las calles de Colombia, no pidiendo perdón por sus sadismo, sino burlándose de sus víctimas.
La violencia no puede tener distinción de género. El dolor que padece un hombre que es víctima de un antisocial merece el mismo respeto que el dolor que sufre una mujer.
Aquello no impide que se le ponga la lupa de manera especial a los casos de las mujeres maltratadas.
Celebro que haya una ley que castigue ejemplarmente a los feminicidas. Gracias a ella, los colombianos contamos con la tranquilidad de que el monstruo Rafael Uribe Noguera estará en la cárcel por el resto de sus días.
Mientras Uribe Noguera se pudre en su merecidísimo confinamiento, los determinadores y ejecutores de la brutal política de violencia contra la mujer y las niñas que pertenecieron a las Farc no solo quedarán impunes, sino que podrán pavonearse frente a sus víctimas sin ninguna restricción.
Aquello no construye paz ni sienta las bases para una reconciliación. La impunidad, acompañada de cinismo, se constituyen en un peligroso detonante para nuevas manifestaciones de violencia.
Los victimarios deben ser sancionados penal y socialmente. Y sobre todo cuando se trata de los responsables de actos de barbarie como los que se cometieron contra las mujeres de Colombia.
Publicado: mayo 27 de 2017