Lo que promueve los narcocultivos y nos ahoga en un mar de coca, eso, todo eso, debe ser cambiado.
Hay que respetar lo pactado con las Farc, dicen los del equipo negociador de Santos.
Se equivocan. No hay ningún motivo para respetar lo pactado con las Farc. Primero, porque la negociación la hizo una camarilla y en secreto y sin apoyarse en expertos que podrían haber contribuido decisiva y positivamente a ese acuerdo. Segundo porque, cuando por fin se preguntó a los ciudadanos, la mayoría votó en contra en un plebiscito al que, además, se le habían torcido las reglas para que se alcanzara un umbral minúsculo y para favorecer en todo al Gobierno y las Farc. Tercero, porque después de perder el plebiscito Santos tuvo la oportunidad de crear un gran frente nacional en torno a la paz y superar la polarización social y política que él mismo había sembrado desde la campaña del 2014, cuando acusó a sus contradictores de “enemigos de la paz”, entre otras lindezas, y en cambio prefirió engañar a los líderes del NO, hacerle conejo a la democracia y aliarse con las Farc. Después, porque para poner en marcha su trampa a la voluntad popular enmermeló aun más a sus mayorías en el Congreso y a unos magistrados en la Constitucional para que avalaran la trampa a la democracia y se desdijeran, en apenas semanas, de lo que había dicho en sentencias anteriores sobre la obligación de respetar el resultado del plebiscito. Finalmente, en consecuencia, porque ese acuerdo no tiene ni la legitimidad ni la legalidad indispensables para ser respetado.
A Santos se le ofreció construir un gran consenso nacional para renegociar con las Farc y prefirió violar la democracia y manosear la Constitución.
Con esto no estoy diciendo que haya que destrozar el acuerdo. No. La salida negociada era la mejor opción. En la política de seguridad democrática se definió la victoria como forzar a los grupos guerrilleros a negociar con seriedad con el Gobierno. Lo malo fue la debilidad de Santos y del equipo gubernamental y la entrega de los intereses de la Patria en aras de conseguir, a cualquier costo, la firma de las Farc. Y las trampas a la democracia y a la Constitución hechas para obtenerla. Y los daños colosales a las instituciones republicanas, al Congreso, a la rama Judicial, al sistema de frenos y contrapesos dentro del poder público que es indispensable para una vida en democracia. Y el mar de coca en que nos sumergió durante la negociación y que acrecienta aun más al establecer en el acuerdo un exceso de beneficios para los narcocultivadores y limitar la capacidad de la Fuerza Pública para erradicar. Y los peligros que tiene para la propiedad privada, como se prueba en los proyectos de Santos para la regulación de la tierra que permitirán quitársela incluso a quienes son incuestionables propietarios. Una puerta al socialismo que les gusta a las Farc y también a Santos.
Hay que proteger la vida e integridad física de los desmovilizados de las Farc, habría incluso que preservarles los excesivos beneficios judiciales pactados en el acuerdo (aunque sea tapándose la narices por el nauseabundo pantano de impunidad que significa que no paguen ni un día de privación de libertad por los crímenes más atroces), y hay que permitirles participar en política.
Pero lo demás, lo que vulnera la democracia y la institucionalidad republicana, lo que viola los pilares básicos de la Constitución del 91, lo que permite que las Farc cogobiernen aun si haber sacado un voto, lo que da beneficios y privilegios excesivos a la guerrilla para hacer política en mucho mejor condición que los que nunca hemos matado ni delinquido, lo que envía el mensaje antipedagógico de que ser bandido paga, entregándole beneficios a los guerrilleros que jamás han tenido los ciudadanos de a pie y que respetan la ley, lo que promueve los narcocultivos y nos ahoga en un mar de coca, lo que les permite no denunciar a sus cómplices y ocultar bienes y dineros mal habidos, bienes y dineros que han arrebatado a los colombianos de bien, lo que amenaza la propiedad privada, eso, todo eso, debe ser cambiado.
No, no hay que respetar ese acuerdo espurio. Son la democracia, la Constitución, la justicia, la propiedad privada, las que merecen indeclinable respeto.
Publicado: mayo 30 de 2017