Siento el deseo y la necesidad de dar un testimonio de fe a raíz de la libertad de mi papá, el General Uscátegui, el pasado viernes 5 de mayo.
Sólo quien ha estado preso o ha tenido un familiar en esa condición, conoce a ciencia cierta la angustia y la ansiedad que se siente al ver pasar los días sin lograr la anhelada libertad, más aún cuando se tiene la certeza de que se paga una sanción injusta.
En el caso de mi papá, fueron 16 años de privación de la libertad en un proceso judicial que ha sido una auténtica “montaña rusa”. Fue enviado a prisión por primera vez en mayo de 1999 y luego de mil volteretas fue absuelto en el año 2007 por un Juzgado Especializado de Bogotá. Sólo tuvo 2 años de gracia porque en 2009 el Tribunal Superior de Bogotá revocó la absolución y lo condenó a 40 años de prisión.
Esa cifra de 40 años, sólo predicable de los peores criminales, ha retumbado tortuosamente en mi cabeza durante todos estos años. Crecí escuchando que mi papá, como General del Ejército, propició con su omisión el asesinato de 49 campesinos en Mapiripán, en julio de 1997, y así quedó consignado en las sentencias judiciales expedidas en su contra.
A estas alturas, está demostrado que al menos 40 de las 49 víctimas son falsas y que el expediente contra mi papá ha sido un gran montaje. Hoy lunes 8 de mayo, en el Complejo Judicial de Paloquemao en Bogotá, se leerá un nuevo fallo condenatorio contra las falsas víctimas de Mapiripán, sumando con ello 12 personas condenadas por fraude procesal y en todos los casos mi papá es víctima reconocida oficialmente de este delito. Es un logro inmenso si se tiene en cuenta que el montaje en nuestra contra ha sido auspiciado por la poderosa ONG de izquierda “Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo”.
Cualquier lector desprevenido pensará que mi papá recuperó su libertad el viernes pasado producto de una absolución o la nulidad de su caso, como sucedería en un país aferrado a los preceptos del Estado de Derecho. Pero no… tan sólo recibió un beneficio de libertad condicional porque su proceso será revisado por el Tribunal Especial de Paz, creado en el marco del Acuerdo Gobierno-FARC, y en realidad su calvario judicial entra en una nueva etapa sin precedentes.
Pero bueno, más que cualquier otra cosa quiero dar mi testimonio de fe. Mi familia es creyente y ese ha sido el pegamento que nos ha mantenido inquebrantables después de tantos años de injusticia.
El viernes pasado, una vez se oficializó la libertad, le recomendé a mi papá no dar declaraciones en los medios de comunicación, con la convicción de que hacerlo sería prestarse para el show mediático que amigos y detractores de los Acuerdos de Paz están promoviendo. Textualmente, le dije: “a veces un silencio vale más que mil palabras”.
Mi sorpresa fue mayor cuando, acto seguido, me senté en el escritorio del Director de la Cárcel y me encontré por absoluta casualidad con una Biblia abierta en el Salmo 84,10: “un día en tus atrios vale más que mil fuera de ellos”.
Cada quién lo interpretará a su manera. En ese momento, sentí en mi corazón que estamos haciendo lo correcto y la misericordia de Dios abraza a mi familia.
Publicado: mayo 8 de 2017