Conocí a Ivan Duque hace unos 8 años en Filadelfia, en un evento organizado por la asociación de estudiantes extranjeros del “Wharton School” de la Universidad de Pennsylvania. Iván estaba acompañando al presidente Uribe, quien iba a disertar como conferencista principal del evento. Durante el coctel de la tarde Iván y yo conversamos un buen rato sobre la actualidad de la economía global. Por esos días el mundo andaba inmerso en la peor crisis económica desde la gran depresión de 1930. Iván me comentaba cómo estaban viendo la cosa desde el BID, y yo le contaba cómo se estaban viendo las cosas desde la óptica de los analistas financieros de Wall Street. Desde ese día nos hemos vuelto muy buenos amigos.
Considero que Iván y yo tenemos una visión similar sobre lo que queremos para Colombia. Iván es un político moderno, un intelectual que tiene muy claro que sin emprendimiento privado no hay futuro. Pero además es una persona con gran sentido social y muy tolerante de las libertades individuales. Iván no es de esos líderes derechistas que se ponen a despotricar de la gente porque no son creyentes o porque están de acuerdo con el matrimonio igualitario. Yo personalmente creo que la gente debe tener derecho a vivir su vida como le venga en gana mientras su estilo de vida no afecte la libertad de sus conciudadanos. Sé que Iván y yo pensamos parecido al respecto.
Iván también tiene una inmensa ventaja sobre otros precandidatos presidenciales del momento. En mi opinión Iván es, por mucho, el Senador de la República que mejor entiende actualmente la cosa fiscal y económica del país. Un claro ejemplo es su último libro “IndignAcción”. Este libro tiene una gran ventaja versus otros libros político-económicos que se han publicado últimamente: es completamente inmune a recibir alguna crítica atada a la demagogia. Por ejemplo, el capítulo de su libro en el que él habla sobre los altísimos costos de la informalidad en Colombia, Iván no se queda en la crítica, sino que presenta recetas para reducir la incidencia de la informalidad. El capítulo sobre el gasto público presenta ideas claras sobre como priorizar los desembolsos del erario. Lo mismo sucede con el capítulo que discute la crisis pensional.
Sueño con que Colombia pronto pueda implementar una revolución educativa sin precedentes. Sueño con que pronto logremos convencer a la gente, a los profesores, y a los alumnos que el secreto del éxito es pasar 12 horas en el colegio todos los días aprendiendo matemáticas, deportes, y lectura. Así como lo oyen: 12 horas de educación diaria. Nada de jugar en las calles. ¿Y eso como para qué, se preguntará el lector? Pues para que nuestros niños aprendan como aprenden los niños de Singapur.
No sé si las ideas de Iván sobre cómo deber ser el sistema educativo de Colombia son exactamente iguales a las mías. Pero lo que sí me queda claro es que Iván entiende perfectamente cómo fue que hizo Corea del Sur para pasar de ser un charco maloliente a ser una potencia económica. En Colombia necesitamos líderes como Iván, unos que nos puedan mostrar el norte adecuado, porque el daño que le ha hecho el famoso “soy capaz” a la sociedad es inmenso. El progreso no es función de buenas intenciones. El progreso es función de la justicia, del libre mercado, del trabajo arduo, y de la educación. Lean “IndignAcción” para que vean como se ve la hoja de ruta para llegar a ese objetivo.
Publicado: mayo 22 de 2017
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