Haciendo negocio con la educación

Haciendo negocio con la educación

En días pasados, con ocasión de la edición especial que hizo la revista Semana sobre las 100 empresas más grandes de Colombia, se hizo referencia a la labor social de muchas de las compañías más poderosas del país.

La fundación Promigas, empresa presidida por Antonio Celia, fue exaltada en la publicación por haber “beneficiado a más de 1 millón de niños y a 17 mil maestros” en la costa Atlántica.

Al decir popular, no todo lo que brilla es oro. Detrás de la supuesta actividad filantrópica de Promigas hay un estupendo negocio que seguramente le ha significado maravillosas utilidades a la empresa presidida por Celia.

Sin ser entidades financieras, las empresas de Promigas se han convertido en verdaderos bancos que prestan dinero con tasas de interés que bordean la usura. Tal es el caso de Gases del Caribe, compañía que el 3 de junio de 2016 suscribió un “convenio de colaboración empresarial” con la universidad Simón Bolívar de Barranquilla.

En virtud de dicho acuerdo, los estudiantes podrán “obtener créditos para matricularse a los programas académicos ofrecidos por la universidad a través de la financiación ofrecida por gascaribe con el Programa Brilla, incentivando el incremento del índice de estudiantes matriculados en los programas académicos que ofrece la universidad”. (Sobre las irregularidades del denominado programa Brilla, le recomendamos leer “El negocio de Promigas que ‘Brilla’”).

Lo primero que llama la atención es que una empresa de servicios públicos ejerza como entidad crediticia, sin control alguno por parte de la Superintendencia financiera, desviándose abiertamente de su naturaleza comercial. Aquello es exactamente igual a las irregularidades que se registraron con la liquidada EPS Saludcoop, cuyos directivos destinaron dineros de la entidad para comprar equipos de futbol y construir lujosos condominios.

En la cláusula tercera del convenio entre Gases del Caribe y la universidad Simón Bolívar, está plasmado el maravilloso negocio: “Una vez legalizado y aprobado el crédito a EL CLIENTE –así se refieren a los estudiantes-, Gascaribe desembolsará a favor de la universidad el valor aprobado dentro del crédito. La universidad pagará a Gascaribe el 2.5% de los valores reales de los créditos aprobados a EL CLIENTE a través del crédito Brilla, en contraprestación del uso del programa de financiación, que serán descontados por Gascaribe de los desembolsos que éste realice a la universidad”.

Como se ve, se trata de un negocio bastante rentable en el que el grupo Promigas gana por todos los lados: dinero de la universidad con la que hizo el convenio –el 2.5%-, dinero del estudiante al que se le hace el crédito y al que sugestivamente llaman “cliente” y, para rematar, se quedan con las indulgencias por estar, supuestamente, haciendo una obra social.

A la redacción de LOS IRREVERENTES, llegó la copia de una solicitud de crédito de un estudiante que pidió $1.830.000 pesos.

El beneficiario está obligado a pagar 6 cuotas, cada una de $331.554 pesos. Al final, el alumno terminará pagando $1.989.264 pesos, lo que significa un incremento del 8.7% respecto del capital desembolsado.

Por el lado del alumno –cliente-, Promigas  gana un importante interés, mientras que a la universidad le cobra el 2.5% , porcentaje que descuenta por derecha, antes de hacer el desembolso.

En el caso que conoció este portal, que se trata de una estudiante de escasos recursos que a comienzos de este año se vio obligada a recurrir a ese crédito para poder matriculase en la universidad Simón Bolívar, la empresa Promigas se ganará en un semestre el 11.2% por prestar $1.830.000 pesos. Un buen negocio que no tiene un mínimo de obra de caridad, ni mucho menos de proyecto social.

Es una operación financiera con unos intereses exagerados, que no son controlados por las entidades correspondientes y que se aprovecha de la gigantesca necesidad de personas de escasos recursos que no tienen acceso al sistema bancario, precisamente por su situación económica.

Lo que a muchos indigna es que, además, el cerebro de la operación, don Antonio Celia –conocido en Barranquilla como El Virrey– se quede con el aplauso y sea exaltado como un benefactor de las clases menos favorecidas de la región, cuando en la práctica está abusando de la pobreza de sus “clientes”.

@IrreverentesCol

Publicado: mayo 8 de 2017