El general Harold Bedoya Pizarro será recordado con inmensa gratitud por el pueblo de Colombia. Ha muerto un gran patriota.
Faltaba menos de un año para que se acabara el periodo del ilegítimo gobierno de Ernesto Samper, cuando el país se sorprendió con la noticia que daba cuenta del retiro del general Harold Bedoya Pizarro de las filas.
Era, sin duda, uno de los colombianos más apreciados y respetados por la sociedad. Sus posiciones firmes y verticalidad resplandecían en medio de la penumbra de corrupción y podredumbre que recubría al gobierno Samper.
Como comandante de las Fuerzas Militares, el general Bedoya se opuso al despeje del municipio de La Uribe (Meta), ordenado por Samper quien, agobiado por el peso de las evidencias que confirmaban su maridaje con la mafia, buscó la forma de desviar la atención negociando con la banda terrorista de las Farc, la liberación de unos soldados secuestrados.
La indignación de los colombianos fue evidente. Samper desmilitarizó buena parte del departamento del Meta. El general Bedoya, con la reciedumbre que siempre lo caracterizó se refirió al acto de devolución de soldados, en el que las Farc se valieron del escenario para hacer propaganda política, como “un circo lleno de payasos”.
Fue un hombre con carácter, algo que escasea en estos tiempos. Cuando Samper le pidió la renuncia, Bedoya no solo no lo hizo, sino que públicamente desafío al presidente a que lo sacara del cargo. Su respuesta fue célebre: “los generales no pedimos la baja, así que disponga usted”. Acto seguido, se retiró de la reunión a la espera de que saliera el decreto en el que se le llamaba a calificar servicios, como en efecto ocurrió.
Se trataba de una confrontación abierta entre el presidente más despreciable de Colombia –ahora desbancado por Santos- y el oficial más querido y admirado dentro y fuera del Ejército.
Salió con un gran prestigio. Su nombre empezó a sonar con mucha fuerza en ciertos círculos políticos que veían en él una alternativa real para sacar a Colombia del atolladero al que Samper la había conducido.
Su candidatura, que en principio marcó muy bien en las encuestas, con el paso de los días fue marchitándose. La emulación entre Andrés Pastrana, Noemí Sanín y Horacio Serpa dejó a Bedoya sin espacio alguno. Al final, obtuvo poco más de 190 mil votos en la primera vuelta de 1998.
Nunca dejó de querer al Ejército ni de defender los derechos de los soldados. Se mantuvo activo y vigente hasta el último minuto de su vida. Cuando colegas suyos como el general Mora Rangel se dejaron seducir por la corrupta mermelada del gobierno Santos, la voz de Harold Bedoya se hizo sentir.
Como le correspondía, ocupó un papel protagónico en la crítica a los acuerdos celebrados entre Santos y la banda terrorista de las Farc. No dudó en calificarlos como lo que son: un acto de claudicación.
Con argumentos, participó, aunque ya estaba enfermo, en la campaña por el NO en el plebiscito. De forma visionaria, aseguró que las Farc permanecerían armadas, amedrentando a los campesinos y amenazándolos de muerte.
Un día antes de la votación del plebiscito, cuando todos los medios y las encuestas daban como ganador indiscutible al SÍ, el general Bedoya aseguró en una entrevista televisada que “mañana se va a firmar la segunda independencia. La vamos a firmar todos los colombianos. Y vamos a decirle al mundo entero que Colombia está unida, no a favor de los criminales, no a favor de las mafias terroristas, sino a favor de nuestra libertad”.
Colombia recordará con inmensa gratitud al señor general Harold Bedoya Pizarro, un patriota en todo el sentido de la palabra, un hombre cuyo legado ocupará un lugar destacadísimo en la historia nacional.
Por eso, la mejor forma para despedirlo es uniendo nuestras voces para decirle ¡Gracias! a ese gran oficial de nuestro glorioso Ejército.
Publicado: mayo 2 de 2017