Tal como sucedió el año pasado, cuando visitó el Palacio de Buckingham en Londres y fue a Oslo a reclamar a nombre de todos los colombianos el merecido Premio Nobel de Paz, el presidente Juan Manuel Santos paralizó el jueves a Washington.
Las imágenes de televisión mostraron al mandatario colombiano tratando de huir de las multitudes que le aclamaban por las principales vías de la capital estadounidense.
Camarógrafos y fotógrafos, en tanto, trataban de conseguir la mejor imagen del estadista bogotano, que solo se limitaba a sonreír y a agitar sus manos, algo así como lo hizo en julio de 2013 el papa Francisco a su llegada a Brasil.
Y no es para menos: no todos los días a Washington llega un Premio Nobel de Paz de la estatura moral y política de nuestro jefe de Estado.
Tal vez la última gran visita de un Nobel de Paz a Estados Unidos fue la del líder surafricano Nelson Mandela.
Pero una cosa va de Mandela a Santos. No hay punto de comparación porque el presidente colombiano logró la paz para un país que llevaba más de medio siglo en guerra. Ahora, en cambio, en Colombia todo es paz, amor, reconciliación y abrazos.
¿Mandela, en cambio, qué consiguió? En mi humilde opinión, muy poco, si se comparan desde luego las hojas de vida y logros de Santos y del inolvidable Madiba.
Adicionalmente, el Nobel de Paz colombiano supera a todos los otros ganadores de ese premio por su estilo de vida: humilde, generoso, agradecido, leal, sincero, buen amigo, filántropo. Hasta buen papá, esposo y hermano debe ser. Mejor dicho, Santos es de los que, si le pegan en una mejilla, pone la otra.
Los pobres Álvaro Uribe y Andrés Pastrana se quedaron metidos –o viendo un chispero– si pensaron que con sus intrigas le iban a dañar a Santos el encuentro con su amigo personal Donald Trump.
Una persona cercana a la Casa Blanca nos comentó que los asesores de Trump le recomendaron reunirse con Santos para tratar de voltear la agenda noticiosa con la popularidad que en Estados Unidos tiene nuestro gobernante. Como es de público conocimiento, en la gran potencia mundial tienen contra las cuerdas a su mandatario por su cercanía con los rusos.
(Una pregunta: ¿qué tal si a Santos le da por mediar entre Trump y sus malquerientes en Estados Unidos? ¿Podría bajarle la temperatura a esa enemistad? Nada de raro tendría porque es un Nobel de Paz con el suficiente reconocimiento moral y político para literalmente regañar a Trump y a sus críticos. Sería una mediación como la que el papa Francisco logró entre Barack Obama y el dictador cubano Raúl Castro. No debemos olvidar que hace algunos años Santos se ofreció como mediador del conflicto israelo-palestino).
De acuerdo con el diario El Tiempo, “el presidente Santos es el tercer líder latinoamericano que se reúne con el mandatario estadounidense desde que este asumió la Oficina Oval en enero, tras el peruano Pedro Pablo Kuczynski y el argentino Mauricio Macri, y uno de los pocos que ha conversado telefónicamente con el mandatario norteamericano en varias ocasiones”.
Ah, cómo les quedó el ojo señores Uribe y Pastrana. Lean bien por favor: Santos es “uno de los pocos que ha conversado telefónicamente con el mandatario norteamericano en varias ocasiones”. ¡Qué honor para nosotros sus súbditos colombianos!
Es que, así le duela a la cobarde envidia, Santos, como presidente, está a la altura de los más importantes del mundo. Que de eso no le quede duda a nadie.
Los críticos de Santos en Colombia –cuatro gatos por demás– salieron con el cuento de que muy seguramente Trump le iba a reclamar por el hecho de que los cultivos ilícitos se dispararon en el país, por la supuesta impunidad para los señores narco-guerrilleros de las Farc y también por las excelentes relaciones que la diplomacia colombiana ha alcanzado con referentes de la democracia mundial como Cuba y Venezuela.
Pero no fue así. La misma fuente de la Casa Blanca nos contó que en privado, en realidad, Trump solo se dedicó a pedirle consejos a Santos. Que le preguntó cómo había hecho para lidiar con opositores como Uribe y Pastrana. Que, en efecto, le pidió el favor personal de mediar con sus enemigos políticos en Estados Unidos.
De la reunión también trascendió que Santos, conmovido por la situación de Trump, le recomendó serenarse y le aconsejó no darles tanta papaya a sus enemigos.
Finalmente, el estadista colombiano se comprometió con Trump a hablar personalmente con Vladimir Putin para que niegue hasta el último de sus días que tuvo alguna participación en las elecciones de Estados Unidos de noviembre pasado, o que le reveló información ultra secreta sobre el Estado Islámico.
La despedida entre Trump y Santos –según nos revelaron– fue más que emotiva. Nuestro presidente le dijo a su interlocutor que hiciera de tripas corazón y que en parte lo imitara a él, esto es, que aprendiera un poco de cinismo y que, sin decirlo públicamente, levantara judicialmente a todos sus críticos y enemigos.
Publicado: mayo 19 de 2017