Nuestra problemática es grave y requiere soluciones de fondo. Y el fondo se llama EDUCACIÓN desde todos los ámbitos posibles.
Ahora es Sara, de 3 años. Y, entonces, hay conmoción en las redes sociales y en los medios de comunicación. Se cuentan los detalles escabrosos de su abuso y posterior muerte, para que el país se estremezca ante tan “aberrante situación”. Es así como vuelven a aparecer todos los partidarios de la cadena perpetua, “se exige justicia”, y salen las grandes personalidades del país, los líderes de opinión, a “condenar el hecho”.
Se inundan los diferentes medios de pronunciamientos y comunicados de prensa. Medicina Legal saca sus estadísticas de abuso sexual a menores y se hacen los comparativos respectivos de los últimos años. Se habla del incremento de las cifras y de cómo los niños se han convertido en las principales víctimas. Se pone el número de denuncias diarias de este delito, ya que el dato es bastante escandaloso.
Y así también pasa cuando una mujer es asesinada, cuando entra a engrosar la estadística del feminicidio. Sí, así como le pasó a Claudia Rodríguez en el Centro Comercial Santafé, en Bogotá. Entonces parece que se repitiera en mismo ritual mediático, el ritual de los gobernantes, el ritual de todos. Porque, si nos damos cuenta, todos hablamos, todos opinamos, pero al final no pasa nada, no se hace nada.
Levantar la voz es un paso, pero no lo es todo. ¡No es suficiente! Porque repetimos y repetimos la misma historia, solo que le cambiamos la o el protagonista, o quizá la tragedia. En efecto, mañana puede ser otra víctima de quemadura con ácido y vuelve a pasar lo mismo, el mismo ritual, la misma “indignación”, que dura pocos días y se diluye en el tiempo.
Pero yo creo que ya es hora de superar las palabras, ya es el momento de entrar en acción. Con esto no me refiero solo a un tema de justicia y de aumentar condenas, porque ya está más que comprobado que esa no es la raíz de esta problemática. Problemática que le está costando la vida a miles de mujeres, hombre y niños.
No me cabe la menor duda que socialmente se han legitimado una serie de creencias que nos hacen pensar que somos dueños de la vida del otro, del cuerpo del otro, que podemos disponer de su existencia sin el menor respeto ni remordimiento. Pero es absolutamente evidente que estamos pagando el costo de esto de la peor manera.
No en vano las violencias cada vez se hacen más aberrantes, los casos son más extremos y la intolerancia se convierte en el día a día de los colombianos. Por supuesto esto no se iba a resolver con los acuerdos de paz de La Habana, como nos lo quisieron vender. Porque ya está más que comprobado que esos “ríos de leche y miel”, que íbamos a vivir en Colombia con la firma de los acuerdos, solo existieron en la mente del Presidente Juan Manuel Santos.
Nuestra problemática es más grave y requiere soluciones de fondo. Y el fondo se llama EDUCACIÓN. Sí, educación desde la casa, desde los colegios, desde las universidades, desde los trabajos, desde los medios de comunicación, desde el gobierno, desde todos los ámbitos posibles.
EDUCACIÓN que va más allá de los números, de las competencias lectoras, de las pruebas PISA o Saber Pro. EDUCACIÓN para la vida, para la inteligencia emocional, para el respeto, para la tolerancia. EDUCACIÓN que valore al otro y lo entienda como un ser único y sagrado. EDUCACIÓN porque necesitamos un cambio de mentalidad de verdad.
Yo invito al gobierno a que invierta todo ese dinero que gasta en publicidad, en autopromocionarse, en publicitar la paz y a sus amigos de las Farc, en EDUCACIÓN. En campañas que le aporten a los colombianos. Eso sí es una inversión que deja huella en el tiempo, no un despilfarro como el que vemos ahora.
No más pronunciamientos llenos de frases “cliché”. Acciones, señores, ¡acciones! Eso es lo único que puede cambiar la historia de nuestro país.
Publicado: abril 28 de 2017