La polarización política, en donde la opinión pública se encontraba dividida en dos extremos opuestos, hoy se está transformando en un profundo sentimiento común de desconcierto frente al devenir para Colombia.
Por otra parte, lo que está ocurriendo en Venezuela, tiene cada vez a más colombianos en situación de alerta máxima. La semana pasada, uno de los mástiles del modelo democrático universal, la rama que representa la justicia, de manera absolutamente ilegal, despojó a la Asamblea Nacional – El Congreso Unicameral – de Venezuela, de su función legislativa.
Pavoroso que un tirano de escasas condiciones personales e intelectuales, como Maduro, haya cometido tal cantidad de errores e improvisaciones que seguro van a lograr que salga por la puerta de atrás y acabe con el mal denominado modelo bolivariano, arrastrando con ello, a los más de 30 millones de venezolanos que aún viven en su país.
Pues bien, Colombia que es quien más puede verse impactada, además de los ya transgredidos venezolanos, por la catástrofe social y económica que llevó el chavismo a su país, se había quedado inerme, por la posición del gobierno Nacional liderada por la Cancillería, frente a la caótica situación derivada de las violaciones a los derechos humanos, de los actos antijurídicos, antisociales y antidemocráticos, que a diario allí se viven.
Entonces, gobiernos como el colombiano, con abierta complacencia frente a Maduro, dejan solos a los venezolanos de bien, afectados por el mal gobierno, y toleran una tras otra, las frecuentes violaciones a la democracia en el vecino país.
Sin embargo, ya los colombianos empezamos a reaccionar.
Con las entusiastas marchas del pasado sábado, primero de abril, donde se movilizaron miles de colombianos en las principales ciudades, el gobierno tiene que estar preocupado ya.
Los colombianos por el contrario estamos recobrando el optimismo y la capacidad de acción, y así evitar la inminente debacle a la cual nos pretenden llevar como nación, al entregar todo nuestro ordenamiento jurídico, económico y social; además de la incapacidad de controlar el derroche en gastos del Estado, de la falta de garantías para la transparencia en la ejecución de los recursos públicos y de los aumentos tributarios desbordados para asalariados, independientes y empresas.
Magnifica la presencia en la marcha de presidentes de juntas directivas de importantes organizaciones, de empresarios, de dirigentes gremiales, de políticos no enmermelados, de trabajadores, de sindicalistas, de miembros de organizaciones de pensionados de las fuerzas militares, de grupos de jóvenes, de familias, de religiosos, entre otros.
Toda esta amplitud y diversidad de presencia y liderazgo, demuestra que no la tienen fácil quienes pretenden llevar a Colombia por el camino del socialismo del siglo 21. Quienes quieren gobernar controlando todas las entidades de los estados, sin equilibrio de poderes, menguando la institucionalidad democrática para atender sus requerimientos individuales y grupales.
Evidentemente, los colombianos nos estamos sacudiendo. Nos movilizamos para marchar, para expresarnos, para señalar los errores del pésimo camino escogido, del desgobierno y de la necesidad de retomar el rumbo cierto y de bienestar para los colombianos.
Indudablemente, la causa común de los colombianos, debe ser, defender nuestra democracia. Sin democracia, no hay justicia. Sin justicia, no hay equidad. Si no hay equidad, no hay libertad. Si no hay libertad jamás alcanzaremos la sabiduría.
Publicado: abril 3 de 2017