A Juan Manuel Santos se le premió la codicia y no se le castiga el fracaso. El hecho de que sea el presidente con más baja popularidad en la historia de Colombia no basta para que él asuma una posición más noble, de diálogo, de aceptación.
Y no lo hace porque de manera increíble hay sectores minoritarios en el interior de la sociedad colombiana y de la comunidad internacional que todavía insisten en premiar su codicia y no castigar su fracaso.
El proceso de paz de La Habana con las Farc, y el que ahora se emprende en Ecuador con el Eln, no es un triunfo del país. En realidad es el resultado de la codicia de una persona y no es un regalo a un país. Fue un reto por alcanzar varias distinciones individuales, entre ellas el Premio Nobel de Paz. Por esa razón los colombianos que votamos por el NO en el plebiscito del 2 de octubre no nos sentimos orgullosos de ese inmerecido halago, que fue individual y desconsiderado y tramposo con las mayorías.
En efecto, el miedo y la extorsión a guerras urbanas o a muchos más muertos o a más narcotráfico sirvieron para que la sociedad cediera a los encantos y exigencias ególatras de Santos y también de la guerrilla.
Pero, vaya paradoja doctor Santos, el resultado final fueron más hectáreas de hoja de coca sembradas y niveles de extorsión iguales o peores. Y sí, menos muertos, aunque en realidad tiene que ser un deber de todo ser humano no matar y no un premio dejar de hacerlo, como el que se les dio y se les sigue dando a los señores de las guerrillas.
A Santos se le recompensa el fracaso. Cuatro gatos le celebran por ejemplo que el empleo sea para delincuentes y no para gente decente y sin antecedentes. Le aplauden también que una bandita de terroristas tenga un sistema de salud propio, mientras que millones de colombianos de bien no gozan de tal “privilegio”.
¿Se seguirá premiando la codicia en Ecuador? Desde luego que sí porque con el ejemplo de La Habana el Eln es más agresivo en ataques, secuestros y atentados. Los de “Gabino” tienen claro que entre más duros se muestren más recibirán a cambio. Son tan cínicos que ni si siquiera se sonrojan al momento de aceptar que fueron los autores de la bomba junto a la plaza de toros de Santamaría en Bogotá.
Y de regreso a Colombia, doctor Santos, más pésima política en hacienda pública y más pésima política en educación y salud. Por todos lados vemos ministros con aparentes buenas intenciones, pero pocos con resultados, como el saliente de Justicia, o enceguecidos por el egocentrismo de su jefe y de ella misma, como la señora canciller. Eso sí, llenos de premios de humo dados en el extranjero. Todos ellos sin duda son ejemplo del triunfo de la codicia y del triunfo del fracaso.
Y de regreso a Colombia, señor Premio Nobel de Paz, el país administrado por usted sigue inundado en la corrupción, así su señoría se ufane de que en casi siete años de pésimo gobierno ninguno de sus subalternos ha sido condenado por ese cáncer que nos azota a los colombianos.
Doctor Santos, seamos francos: cualquiera con fiscales de bolsillo como Eduardo Montealegre consigue impunidad para los suyos y persecución para sus opositores.
¿O ahora nos va a decir el jefe de Estado que el viacrucis que han vivido varios dirigentes uribistas nada tiene que ver con el actual inquilino de Casa de Nariño? ¿O por qué será que un ex embajador en Washington de esta administración que adquirió irregularmente baldíos en Vichada ni siquiera fue citado a una declaración? ¿O por qué nunca se investigó a un dimitente ministro de Minas por unos espurios contratos con una firma llamada Connecta?
Los colombianos que por fortuna no tenemos cercanía con el poder de este gobierno seguimos esperando acciones del actual fiscal general de la Nación contra este régimen.
Estoy seguro de que el fiscal Néstor Humberto Martínez no nos va a decir dentro de poco que las exministras Gina Parody y Cecilia Álvarez y los tales Roberto Prieto y Andrés Giraldo nada tuvieron que ver con el escándalo de Odebrecht.
Aquí nadie se va a comer el cuento de que un delincuente de baja estofa llamado Otto Bula es el culpable de todos los males que a Colombia le han caído en los últimos 200 años. Pero si bien Bula es un don nadie, los amigos de la mermelada son sus hinchas desde el momento en que dijo que un millón de dólares de Odebrecht terminó en la campaña de Santos en 2014.
Entonces, doctor Santos, no se ufane con el cuento de que sus empleados no han ido a prisión. Repito: con correveidiles como Montealegre cualquiera.
Publicado: marzo 4 de 2017