Cada día surgen nuevas evidencias de que Santos le empeñó la presidencia de la República a Odebrecht. Tiene que renunciar.
No se puede ocultar. Juan Manuel Santos selló una alianza con Odebrecht, igual a la que en su momento Samper hizo con los capos del cartel de Cali.
No se trató de un hecho aislado, ni de una acción cometida a sus espaldas. Desde la primera campaña de Santos, Odebrecht se convirtió en uno de sus principales financiadores. Los afiches de 2010, el giro a la firma Sancho BBDO y el maletín con el millón de dólares en efectivo que Otto Bula le entregó a un delegado de Roberto Prieto, no fueron los únicos pagos que la empresa brasilera le hizo a las campañas de Juan Manuel Santos.
LOS IRREVERENTES pudieron establecer que en la campaña de 2010 de Juan Manuel Santos, Roberto Prieto, que a pesar de no ser el gerente de la misma, se encargó de conseguir buena parte del dinero con el que se financió dicha aspiración. Sus reuniones con los directivos de Odebrecht eran frecuentes y de ellas tenían conocimiento tanto el gerente de la campaña, el hoy director de la DIAN, Santiago Rojas como los miembros del comité financiero, Orlando Sardi, Consuelo Caldas y Juan Claudio Morales, este último reconocido por sus maniobras non sanctas que en su momento le costaron la expulsión de la Bolsa de Valores de Bogotá.
Así operaba la maquinaria corruptora de Odebrecht
Odebrecht, paralelamente a su poderosa firma de ingeniería, puso en marcha un sistema corruptor que funcionaba como un reloj suizo, en el que todos los engranajes estaban perfectamente sincronizados. La única ideología que defendían era la de ganar, independientemente de la corriente de pensamiento del gobierno del país en el que tuvieran intereses.
Le jugaron a todos los frentes, apoyando financieramente a candidatos enfrentados como sucedió en Colombia en las elecciones de 2014: hubo dinero para Santos y hubo aporte en especie para Óscar Iván Zuluaga.
Lo del caso Zuluaga no fue único. En otros países hicieron exactamente lo mismo: contactaban a las campañas y les ofrecían poner a su servicio un equipo de publicistas y estrategas que ayudarían a ganar. Está el caso del Perú con Ollanta Humala, a quien respaldaron en dos campañas consecutivas, pero también los de Guatemala, El Salvador y Panamá.
En las campañas de Colombia, no se trató de hechos aislados, ni de aportes pasajeros. Odebrecht se empleó a fondo en la campaña de 2010 respaldando a Juan Manuel Santos y en la de 2014 apoyando a Santos y a Óscar Iván Zuluaga.
Los otros responsables
Los defensores de Santos han querido reducir el debate al decir que el aporte de Odebrecht de $400 mil dólares a la campaña de Juan Manuel Santos, revelado en exclusiva por LOS IRREVERENTES, pudo constituir una simple y ya prescrita violación de los topes de la campaña, cuando en efecto se trataría de una operación delictiva del más alto nivel que tuvo que incluir alteración en los asientos contables de la campaña y falsedades en las rendiciones de ingresos y egresos ante el Consejo Nacional Electoral. La responsable de llevar al día las cuentas era la señora Consuelo Caldas quien fungía como directora financiera de la campaña.
Y en este punto resulta fundamental que las autoridades hagan una investigación cruzada entre las cuentas “Santos Presidente 2010” y las cuentas del partido de La U. Como es sabido, las campañas presidenciales sólo pueden recibir aportes de personas naturales, mientras que los partidos sí pueden ser financiados por empresas. Valdría la pena que la Fiscalía General de la Nación hiciera una revisión de ambas contabilidades y constatara cuántas facturas de la campaña de Santos fueron asumidas por el partido de La U y determinar el origen de aquellos recursos.
Responsabilidad
Al margen del resultado de las investigaciones que podrán tardar largos meses, las responsabilidades políticas deben ser asumidas de forma inmediata. Así lo entendió Óscar Iván Zuluaga quien dio un paso al costado en este episodio que posiblemente se constituya en la estocada de su carrera política.
Samper le vendió la dignidad de la República al cartel de Cali y Juan Manuel Santos le empeñó el país a Odebrecht. Desde antes de llegar al poder él estaba fletado por esa empresa, hecho que rompe en mil pedazos la legitimidad de su presidencia. Con el paso de los días se conocerán nuevas revelaciones que cubrirán de vergüenza a Colombia y enlodarán a personas muy cercanas al presidente de la República, como el embajador en Italia, Juan Mesa Zuleta.
Para evitar el daño que la crisis le hará al país, a la economía, a la confianza de los inversionistas, debe valorar muy bien la dimensión de la crisis y renunciar cuanto antes.
Y por eso, lo oportuna que resulta la misiva que recientemente le remitió el expresidente Andrés Pastrana a Santos en la que le pide que se nombre como nuevo vicepresidente a “una persona de impecables calidades para reemplazar al señor presidente en las eventualidades contempladas por la Constitución”.
Aquella carta es una clara y directa descalificación que el doctor Pastrana le hace al general Óscar Naranjo, señalado de haber tenido vínculos con estructuras mafiosas (Sobre las relaciones criminales de Naranjo, Puede leer “El vicepresidente Natalia”).
Vienen días complejos para Santos. Sus cómplices no están dispuestos a callar la operación criminal que se puso en marcha para llenar de dinero fruto de la corrupción a sus campañas presidenciales. Los directivos de Odebrecht no han ocultado nada y sus testimonios que están en poder de la Fiscalía General de la Nación, fueron remitidos la semana pasada al Consejo Nacional Electoral.
El efecto político es de dimensiones incalculables. Santos ya tiene lo que quería: su Nobel de Paz. Ahora, debe entender que su continuidad en la presidencia significará el hundimiento del país.
Claro está que la solución de un problema enervaría otro peor. Al darse una renuncia de Santos, el país dejaría de ser gobernado por el testaferro de Odebrecht, pero quedaría en manos de un subalterno de los capos del cartel del norte del Valle.
Publicado: marzo 13 de 2017