La más reciente acción del régimen de Maduro, ahora en territorio colombiano, es absolutamente inaceptable, además, claro está, de alarmante.
Después de los insultos constantes contra el expresidente Uribe, y también dirigidos al presidente Santos, el cierre de la frontera a su antojo, el maltrato a muchos connacionales, y la violación de todos los artículos de la Carta Democrática Interamericana, tal como lo señaló el secretario general de la OEA, ahora un grupo de militares armados atravesó el río Arauca para instalarse durante algunos días en territorio colombiano.
Que tal hecho haya tenido ocurrencia es de inmensa gravedad.
Sería, por lo tanto, un grave error hacerle frente como si se tratara, apenas, de otro de los incidentes que se presentan con frecuencia en una frontera compleja, viva y difícil.
En este caso, según informaciones de los medios, se trató del ingreso de miembros de las fuerzas armadas a nuestro país, con el propósito de apoderarse de parte del territorio patrio en la zona rural de Arauquita.
Por otra parte, de acuerdo con las mismas fuentes, implantaron la bandera de ese país y hostigaron a los pobladores para desplazarlos, destruyendo, inclusive, sus sembrados.
Los anuncios del gobierno indican que ya se retiraron.
Sin embargo, los intereses de nuestra nación impiden actuar como si ya todo se hubiera superado.
Algo de mucho fondo, que tiene que ser aclarado y corregido en forma inmediata, existe.
Nadie puede salir ahora con el cuento infantil de que le ocurrido fue un error menor, o que obedeció a la falta de cuidado en una acción militar dirigida a combatir la delincuencia trashumante en la frontera.
Nada de eso.
Resulta evidente que tamaña violación de la soberanía colombiana es hija de un designio mayor del expansionismo que identifica al régimen del socialismo siglo XXI.
Esa es la principal característica del proyecto con el que Hugo Chávez llegó al poder y para cuya ejecución dio pasos que han desarticulado la institucionalidad en nuestro hemisferio.
El uso de los recursos petroleros para hacer política expansionista en el Caribe, el debilitamiento de la OEA, la creación del ALBA y el entierro del Grupo de Río, son algunas evidencias de la intención mesiánica del inspirador de una concepción que no nació para tener vida solamente en territorio venezolano.
Chávez tenía como primer escenario objetivo el continente y se asomaba al sueño de un liderazgo universal.
La dolorosa realidad económica de la población venezolana hoy es la prueba irrefutable del fracaso del proyecto que concibió.
Pero, su heredero, a pesar de la difícil situación interna y de los nuevos vientos políticos en la región, parece querer seguir en las mismas.
Si haber ordenado, o permitido, lo que sea, que parte de sus tropas atravesaran el río Arauca para instalarse en Colombia es una nueva manifestación de la dicha política expansionista, estamos frente a un escenario lleno de riesgos.
No obstante, aún si las consideraciones que dieron lugar a esa acción inaceptable son de un calado menor, lo sucedido nos obliga a prender todas las alarmas.
Lo que aconteció pudo haber dado lugar a una confrontación armada en suelo patrio de mayores consecuencias, toda vez que el deber de las autoridades es defender a la nación.
En estas circunstancias no puede haber descuido, visión coyuntural, sentimiento pasajero de rechazo, o consideraciones ligeras para hacerle frente a la violación de nuestra soberanía.
Colombia tiene que actuar en los más diversos escenarios posibles con el fin neutralizar todas las amenazas.
Vigor y serenidad es la fórmula frente al régimen expansionista de Maduro.
Publicado: marzo 27 de 2017