Como Católica, recibí con fervor espiritual el anuncio del Vaticano en el sentido de que en septiembre vendrá de visita el Santo Padre, Francisco.
Para todos, creyentes y no creyentes, la presencia del sucesor de San Pedro en nuestro país debe ser motivo de regocijo, además de constituirse en una inmejorable oportunidad para reflexionar sobre el destino de nuestras vidas.
Celebro que el Papa venga y que tenga oportunidad de registrar con sus propios ojos el nivel de polarización y crispación que se ha generado en Colombia no por cuenta de la paz, sino por las prebendas que se otorgaron para firmar la paz.
Santos se ha dedicado a vender la tesis mentirosa de que un sector minoritario, ciego por la ambición de poder, ha torpedeado el anhelo de paz del pueblo colombiano. Y es posible que el Papa Francisco, hasta ahora, se haya creído la fábula narrada por el presidente de Colombia.
La verdad que descubrirá el sumo pontífice es muy distinta: quienes nos oponemos a que los terroristas queden impunes y consideramos que los victimarios no pueden empezar a gozar de derechos políticos de manera inmediata, somos las inmensa mayoría.
También confirmará el máximo jerarca de nuestra Iglesia, que en Colombia no hay enemigos de la paz, tal y como perversamente dice el presidente Santos. De hecho, quienes hacemos críticas a los acuerdos con las Farc, estamos motivados porque queremos que la paz sea real y que su solidez evite enervar futuras manifestaciones de violencia.
Mención especialísima merecen las víctimas de la violencia, muchas de ellas silenciadas, olvidadas e ignoradas en el proceso de La Habana. Esperamos que a las víctimas que reclaman justicia, verdad y reparación, el Papa les recuerde que son bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.
Desde ya, hago votos para que el Papa se sume a la lucha que hemos venido dando para lograr que todos los grupos armados ilegales desvinculen de sus filas a los niños que fueron reclutados forzosamente. Que la presencia en Colombia del Papa, sirva para que las Farc dejen de engañar al mundo y revelen exactamente qué sucedió con los miles de niños que esclavizaron y que, hasta ahora, no han devuelto. Que nos digan dónde están y si los asesinaron, al menos que indiquen dónde reposan sus restos.
Esperamos ansiosamente la llegada del Papa. Queremos su bendición apostólica, necesitamos oír sus palabras cargadas de sabiduría, pero también tenemos la esperanza de que con su viaje a Colombia pueda descubrir que quienes nos oponemos a mucho de lo que Santos ha hecho en el gobierno, no lo hacemos por capricho, sino por amor a Colombia.
Publicada: marzo 11 de 2017