El DANE dio fin a las cábalas sobre el crecimiento de la economía durante 2016, que empezó con un optimista 3,6 % del gobierno y se fue descolgando hasta el lánguido 2 % que, de cualquier manera, es vendido por el Gobierno como un éxito en la región por aquello de que “mal de muchos, consuelo de tontos”.
Pero las cifras se desinflan todavía más cuando se acerca el foco y se desentrañan, como se desinflan los ánimos ante las explicaciones y los silencios oficiales, porque, claro, en este país, nunca nadie es responsable de nada. Que el precio del petróleo; que el paro camionero; que el Fenómeno de El Niño. Sí, ya lo sabíamos. La culpa es de la vaca.
De entrada, el informe del DANE precisa que más de la mitad de ese 2 % –51,2 % del total–, fue aportado por el sector financiero, el mismo que logró cerrar el año con ¡$1.400 billones en activos! Aunque no encontré todavía cifras consolidadas de utilidades, para la muestra un botón: un solo banco, ¡uno solo!, reportó orgulloso utilidades netas por $2,86 billones. Grave cuando el crecimiento, además de poco, es tremendamente desigual.
Encuentro análisis para todo: Que el decrecimiento de la minería es culpa del petróleo; que la vivienda y las 4G fueron importantes; que la industria creció 3 %, pero que realmente no creció, porque casi todo es refinación de petróleo. Pero encuentro un enorme silencio de los responsables frente al exiguo 0,5 % de crecimiento del sector agropecuario.
El director del DANE se ahorró una aclaración análoga a la de la industria, para conocer el crecimiento del agro sin café, muy seguramente negativo. Más allá de los lugares comunes del paro camionero y los fenómenos climáticos, el primero evitable y exógeno a la producción agropecuaria, y el segundo estructural y, por lo tanto, previsible dentro de la política pública, si es que la hay, no encuentro sino expectativas sin sustento para 2017 y, sobre todo, un silencio total del ministro Iragorri.
Colombia Siembra puso a los cultivadores de maíz a aumentar el área cultivada pero la industria prefiere el producto importado sin arancel dentro de los contingentes aprobados en los TLC, y aún el que supera esos contingentes, que con arancel y dólar caro resulta más barato que la producción nacional. La pérdida de no sembrar es el lucro cesante; la de sembrar y no poder vender es una pérdida efectiva que afecta el crecimiento sectorial.
Lo propio le sucede a los arroceros y a la producción lechera, que cayó en 3,5 %, pues la industria agota primero los contingentes importados que, además, crecen con los años hacia la desgravación total, todo ello mientras el Decreto 616 de 2006, que habría de adecuar la cadena láctea para enfrentar los TLC, cumplió ya una década de incumplimiento.
El sacrificio de ganado cayó 5,4 %, casi 250 mil animales menos, y como el consumo se mantiene estable, la única explicación es el crecimiento del sacrificio clandestino y del contrabando. Entretanto, el Decreto 1500 de 2007 fue aplazado ¡por séptima vez!, para darle 2 años más a una informalidad atornillada en su rentable negocio.
No hay política pública agropecuaria, a pesar de los mayores presupuestos históricos del Ministerio de Agricultura, aun después de recortes. Cerca de $3 billones adjudicados a dedo en los últimos 2 años, sin que se conozca con claridad su destinación y, como ya vimos, tampoco sus resultados en el crecimiento del sector, que no los hay.
El gobierno anunció el Acuerdo con las Farc como la resurrección del campo. Amanecerá y… ¿veremos?
Publicado: marzo 1 de 2017