Odrebrecht es una de las consecuencias del corrupto sistema electoral y político que nos rige, diseñado para que ganen elecciones quien tenga capacidad de compra de votos.
En Colombia un escándalo se tapa con otro escándalo o con el anuncio de visita papal para distraer la opinión pública. Estamos presenciando el desmoronamiento moral y ético de la nación ante la mirada silenciosa de ciudadanos honorables que prefieren meter la cabeza en tierra para no opinar, para no incomodar, para no tener problemas.
El escándalo de Odrebrecht no nos permite ver más allá de la montaña. Los sobornos de esta constructora brasilera generan indignación por haber infiltrado el último escalón de la política colombiana en materia electoral: las campañas presidenciales. Esta tragicomedia no es nueva, por el contrario, es otra temporada de financiaciones ilegales de campañas presidenciales. Ernesto Samper Pizano, candidato presidencial en el año 1994 pacto con “el cartel de Cali” (organización narcotraficante de los hermanos Rodríguez Orejuela), su financiación para vencer al candidato conservador Andrés Pastrana Arango, cuando las encuestas marcaban empate técnico. Cuando el país conoció la dimensión del escándalo, el gobierno de Samper y Serpa, se dedicó a comprar con burocracia, emisoras y giros presupuestales a fundaciones de senadores y representantes a la cámara y medios de comunicación impunidad para el presidente Samper, y para quienes se mantuvieron en silencio; los delitos, ilegalidades e inmoralidades cometidos por la campaña “Samper Presidente” fueron sepultados con las tristemente frases: “todo fue a mis espaldas”, “aquí estoy y aquí me quedo”, ¿qué renuncie Ernesto Samper?, ¡mamola!
Los “indignados” que abundan por el caso Odrebrecht son los mismos que celebraban hace pocos meses la aplastante, humillante e intimidante financiación de la campaña del Sí del plebiscito; olvidaron muy rápido que el gobierno malgastó billones de pesos para comprar lo necesario e innecesario para ganar en las urnas e imponer el acuerdo de impunidad entre Santos y “Timochenko”. Afortunadamente la dignidad de millones de colombianos fue superior al poder corruptor del gobierno de Santos.
Aquí no va a pasar nada con este nuevo escándalo. El Nobel de Paz, el impoluto Juan Manuel Santos, sepultó una vez más la responsabilidad que deberían asumir nuestros gobernantes cuando se les incendia la casa con otra frase decadente: “me acabo de enterar”.
En pocos días las aguas turbias reposaran y el escándalo de Odrebrecht será archivado para darle paso a un nuevo escándalo que tal vez sea más grave que el anterior, ¡eso ya no importa! Mientras seguimos indignados, asombrados, aspaventados, los profesionales del sistema electoral alistan los miles de millones de pesos para elegirse o elegir al “honorable” senador o representante a la Cámara en las elecciones de marzo del 2018, para representar sus intereses, o los intereses criminales de quienes los financian; estos congresistas serán los intermediarios para comprar de la misma forma el voto del candidato presidencial de la “Unidad Nacional”.
Y seguiremos en los mismo, cuatrienio tras cuatrienio, esperando que todo cambie, o que cambie algo, pero nada cambiará, porque el sistema electoral y político está diseñado para que las reformas que todos exigimos las promuevan y aprueben los congresistas que compran su elección y la del presidente.
Solo nos queda un camino, derrotar este sistema electoral corrupto, derrotar el régimen que nos gobierna, el régimen que asaltó la Constitución, las instituciones, la justicia, el régimen que otorgó impunidad a las Farc. Las urnas en el 2018 será la última oportunidad para sacar del Estado este nefasto estilo de gobierno impuesto por Juan Manuel Santos, quien todo lo compra, por el precio que sea.
Publicado: marzo 20 de 2017