Queremos que en 2018 gane un líder que tenga capacidad de corregir los errores de Santos, que convoque, no que divida.
Es indiscutible que la administración Santos se merece el nivel de virulencia que está recibiendo de la oposición en este momento, porque este gobierno fue el que comenzó esta polarización en la que está sumida Colombia. El gobierno Santos fue el que inició las descalificaciones. El gobierno y sus aliados fueron los que comenzaron a volver orden del día los términos “enemigos de la paz”, “amantes de la sangre”, “rufianes de esquina”, etc., etc.
El gobierno Santos y sus aliados como el señor Gabriel Silva, personaje que llama “mala gente” a las personas que libremente van a salir a protestar el primero de abril en la marcha convocada por la oposición, son los causantes de la dinámica tan negativa que se está sintiendo en este momento. Pero no nos equivoquemos. Tenemos que tener mucho cuidado en saber hasta dónde queremos llevar esta reacción. Acá hay que seguir haciendo oposición propositiva, no oposición destructiva, porque esa oposición destructiva le entregará la tarima a los extremos, porque cuando la gente está “verraca” vota por extremos.
Soy uribista porque el presidente Uribe gobernó a Colombia con una agenda económica y de seguridad que siempre fue propositiva, no destructiva. Y vote por el presidente Santos en el 2010, porque pensé que él iba a mantener el rumbo de ahí en adelante.
Creo en el libre comercio, no en la “política industrial”, que es la reencarnación del anacrónico Cepalismo; creo ciegamente en que el sector privado es más eficiente que el sector público para suplir bienes y servicios, razón por la cual apoyo las privatizaciones de las empresas públicas; creo que las personas que cometen crímenes deben ser castigadas por la sociedad mediante la aplicación de penas coherentes con el crimen perpetrado; creo ciegamente en la separación de Estado e Iglesia, porque la Iglesia no tiene por qué diablos meterse en las discusiones de, por ejemplo, salud pública; creo ciegamente en que todos tenemos los mismos derechos, razón por la cual no puedo aceptar que en pleno 2017 algunos quieren embutirnos que para ser “de derecha” hay que repudiar el homosexualismo; creo ciegamente en que el sector privado es el único que puede mitigar la crisis del cambio climático, porque solo los adelantos tecnológicos van a poder enfriar el mundo. Me parece ridícula la gente que dice que el calentamiento global es un mito, al igual que me parece patética la gente que argumenta que Colombia tiene que colapsar su economía para contrarrestar el calentamiento global, cuando un colombiano promedio consume 2.77 barriles de petróleo al año, mientras que un norteamericano común y corriente consume 23.1 barriles de petróleo cada año.
Pero no nos desviemos. Si queremos que en el 2018 gane un líder que tenga la inteligencia y, más importante aún, la capacidad de corregir los errores que cometió la administración Santos durante su negociación con el terrorismo, tenemos que elegir a un candidato que convoque, no que divida. El otro día le oía a un miembro del uribismo que el camino para recuperar el poder en el 2018 era buscar al “Trump Colombiano”. Quizás hasta tenga razón esa persona, porque el mundo está muy loco, y a los candidatos“extremos” les ha ido muy bien en varias de las últimas elecciones a nivel mundial. Pero si ese es el camino, pues les deseo mucha suerte, porque yo a ese bus no me monto ni amarrado. Si el camino es volver al nacionalismo económico, y meter al gobierno a decidir qué diablos puede hacer la gente en su propia cama y con su cuerpo, pues nada, suerte y buena tarde.
Publicado: marzo 27 de 2017