Lo que nació hace un par de décadas como “una estrategia de apertura en los esquemas de asociación para la exploración, explotación, tratamiento y transformación de los hidrocarburos” pensando en un modelo de refinería, que en acción conjunta con la existente en Barrancabermeja, se dedicara a modernizar y aumentar la capacidad de refinación a 650.000 barriles por día, maximizando los beneficios para el negocio, terminó en el hallazgo fiscal más grande y bochornoso de los últimos tiempos del Estado colombiano.
A este nuevo episodio de corrupción resultan vinculados por decisión de la Contraloría General de la República, los exministros de Hacienda y Crédito Público de los últimos gobiernos, los expresidentes de Ecopetrol, los expresidentes de su junta directiva, los expresidentes de Reficar, los miembros de su junta directica y varios miembros de la nómina del ministerio de Hacienda y Crédito Público, de nivel directivo de ese ministerio y de Ecopetrol, que tuvieron que ver con la ineficiente gestión administrativa y contractual de la operación de la refinería, que arrojó un sobrecosto de más de 6.000 millones de dólares.
Todo parece indicar que Reficar se convirtió en la gallina de los huevos de oro de los corruptos de cuello blanco. La feria de contratos de régimen especial, sirvió para que con violación a los principios de la contratación pública, se entregaran contratos millonarios con desequilibrio económico y hasta por el doble del costo real de los ítems contratados.
En 2006 luego de la estructuración del negocio de Reficar, considerando la necesidad de conseguir un socio estratégico para desarrollar el negocio, se convocó a una subasta y Glencore, una multinacional Suiza, se quedó con el 51% de acciones de la refinería, pero a comienzos de 2009, manifestó su incapacidad de cumplir con lo propuesto en la oferta, cuál era la consecución de empréstitos internacionales para adelantar el proyecto, por lo que Ecopetrol decidió no hacer uso de las clausulas exorbitantes para declarar la caducidad del contrato, sino darle trato “amigable” y “comprarle” la participación accionaria. De éste modo, la multinacional suiza se levantó con una buena tajada de un negocio que no cumplió, y el propósito inicial se desdibujó, pasando Reficar a ser una filial de Ecopetrol.
Como el diseño del negocio y la ingeniería básica del proyecto fueron elaborados por Chicago, Bridge and Iron CB&I, y ante la salida “inesperada” de Glencore, los sabios que cuidaban los recursos de los colombianos, tuvieron la genial idea de entregar a CB&I, la ejecución del proyecto. No investigaron, ni se preocuparon por establecer los soportes que justificarán y sustentarán el retiro del proyecto por parte de Glencore, sin ton ni son, la junta directiva de Ecopetrol aceptó la salida y absurdamente le pagó las acciones sin obligar a Glencore a pagar las multas estipuladas por el incumpliendo de lo propuesto y pactado habiendo existido unas garantías o pólizas de amparo. Chicago, Bridge and Iron CB&I, se trajo a sus filiales, CB&I Americas, CB&I Limited, y CBI Colombia, al desarrollo del proyecto y sus directivos establecieron el pago de sus salarios y honorarios en altas sumas, -según la Contraloría general de la República- hasta de 400 dólares la hora de un directivo. ¿Qué tal el descaro?
Lo que uno como ciudadano deduce, es que el negocio pareciera haber sido estructurado desde el principio, para que todo saliera como salió y así, saquear al Estado colombiano; pues no se explica uno, cómo le entregan un contrato a Glencore sin tener experiencia ni idoneidad en esa clase de proyectos y luego como el Estado, retoma el proyecto y no consigue un nuevo socio estratégico, y a cambio se dedica a desarrollarlo, con sobrecostos, con quien le hizo la estructuración técnica. Definitivamente Colombia es un país muy rico, que las elites de cuello blanco y los criollos y mestizos corruptos, no han terminado de robárselo.
Publicado: marzo 14 de 2017