A los bogotanos les cayó la roya, en materia de transporte público. Eso fue lo que pensé cuando el gobierno Distrital dio a conocer a la opinión pública las nuevas tarifas, a partir del 1 de abril, de Transmilenio y del Sistema Integrado de Transporte Público (SITP), de $2.200 y $2.000, respectivamente.
Y es que esa medida parece un castigo, sobre otro castigo. Es decir: ya es suficiente tortura para los capitalinos tener que usar un sistema de transporte incómodo, inseguro, desaseado, demorado en hora pico y costoso, como para que ahora le suban más al pasaje. ¡No hay derecho!
Lo más triste es que los más perjudicados son los bogotanos que tienen menos recursos, los que se ven en la obligación de usar transporte público como única opción en su vida diaria. Pero, la justificación (¿chantaje?) desde la Alcaldía fue que deben subir los precios para que mejore el servicio. ¿Cómo así? ¿Si no nos cobran más por el pasaje, en la Alcaldía no van a hacer nada por mejorar el transporte?
Sin embargo, el alcalde Peñalosa olvida que este es el segundo incremento en las tarifas de transporte público en su mandato, y que en el primer aumento no pasó nada especial en temas de calidad de TransMilenio y el SITP. No en vano siguen los bloqueos en las troncales, las quejas en los portales, las denuncias por robo y acoso, las imágenes que muestran buses en pésimas condiciones y que, prácticamente, se están desbaratando, etc.
Además, esta medida va a estimular la compra de motos y carros. Y eso sí que es grave. No solo porque las calles de Bogotá parece que no dieran más abasto para vehículos particulares, sino también por un tema medioambiental. Según un estudio de la Universidad Nacional, las motocicletas equivalen al 24% de los vehículos que se movilizan en Bogotá. Y son, en efecto, las motocicletas de cuatro tiempos, con cilindraje mayor a 150 centímetros cúbicos, las que emiten 167 gramos de CO2 por kilómetro recorrido. De ahí que por su alto nivel de emisión sean consideradas uno de los principales elementos contaminantes de la capital.
Pero adicional a esto, si la gente se baja del transporte público, ¿van a volver a subir más las tarifas para cubrir el creciente déficit del Sistema? ¡Eso sería insostenible para el bolsillo de los bogotanos!
Lo que preocupa de toda esta situación es que el aumento de los pasajes no es suficiente, frente al déficit fiscal del Sitp, que hoy es de casi $700.000 millones de pesos al año. Entonces, esto es solo un pañito de agua tibia porque no es una solución real a la problemática que enfrenta el Sistema. Y ante esto, ¿qué dice el gobierno nacional? No sabe/No responde.
Entre tanto, los bogotanos tendrán que hacer magia o dejar de consumir algunos productos de la canasta familiar, para poder ir a trabajar. Porque lo cierto es que el subsidio de transporte correspondiente al aumento del salario mínimo mensual para 2017, que es de $83.140 pesos, no cubre el costo del transporte mensual de una persona.
Esto, definitivamente, no es calidad de vida para los Capitalinos, en ningún aspecto. La excesiva inversión en tiempo para desplazarse, la excesiva inversión en dinero para pagar un pasaje, la excesiva contaminación que afecta la salud, etc., hacen que en la actualidad el servicio de transporte público sea indigno para las personas.
Lo más irónico es que en el mundo siguen avanzando en materia de transporte público, mientras nosotros nos quedamos rezagados. Por ejemplo, en Santiago de Chile, su metro funcionará muy pronto con energía solar. Y en Tokio se preparan para usar buses movidos por hidrógeno. Y en Bogotá… nada. Solo siguen subiendo los pasajes.
Publicado: marzo 24 de 2017