En varios de los eventos de discusión sobre el proceso de paz con las Farc-Ep, a los que he asistí, por convocatoria de la ONU y el Centro de Pensamiento de la Universidad Nacional, observé con atención las opiniones ofrecidas por el maestro de derecho constitucional Rodrigo Uprimny. Puse atención académica a sus opiniones sobre el plebiscito, y como demócrata que soy, pude hacer un test valorativo sobre mi voto y sobre el eventual resultado de la votación, coincidiendo en que la polarización en que nos habían metido, con un mecanismo de participación innecesario, nos conduciría a un callejón de desinstitucionalidad política inmensa. Hoy lo estamos viviendo.
En plena campaña por el plebiscito, participe como ponente en un foro organizado por la Alcaldía de Tunja, en la Universidad Juan de Castellanos de esa ciudad, y entre los otros ponentes, se encontraba el Ministro de Justicia del momento Jorge Eduardo Londoño. En los instantes de las preguntas de los asistentes, surgió una, la más interesante: ¿Qué sucede si gana el NO?
Respondí de primero. Afirme que no sucedería nada distinto a la perdida de legitimidad política del acuerdo con las FARC; dije que el gobierno tendría que acudir a un Pacto Nacional por la Paz convocando a todas las fuerzas políticas para hallar puntos de encuentro e implementar lo convenido para alcanzar una paz estable y duradera como era el propósito. Ni que le hubiese “pegado una pedrada a un joto” como se dice en Boyacá, al referirse a la cama de las avispas. Londoño se paró de su silla, tomó el micrófono, y en la tierra del indio Rómulo, no falto sino que me dijera: Individuo. Dijo que si ganaba el NO nos iríamos a la guerra, que sería la hecatombe, llenó de miedo al auditorio, falto que nos dijera la marca y el calibre de los fusiles.
Inmediatamente recordé a los panelistas lo que había tomado de los debates académicos y sobre la posición moderada que me gustaba de Rodrigo Uprimni, en las interesantes discusiones con Álvaro Leyva y el curtido y joven dirigente político y académico Carlos Holmes Trujillo. Uprimni afirmaba que “el voto el domingo es para apoyar o rechazar el acuerdo de paz, y no para aprobar o rechazar la búsqueda de una solución negociada al conflicto armado. Y por eso la Corte Constitucional, al revisar la ley del plebiscito, aclaró que el efecto jurídico del NO era que el presidente no podía implementar el acuerdo de la Habana pero que su competencia constitucional de buscar una paz negociada se mantenía. En teoría y a nivel jurídico es entonces posible renegociar el acuerdo”. Sin embargo él veía eso, en la práctica, irreal.
Por eso ahora que el Presidente de la Republica tiene que ternar los candidatos para suplir las vacantes en la Corte Constitucional, son acertadas las manifestaciones de 17 juristas que piden al mandatario nacional no ternar ex contratistas y ex asesores de su gobierno. Y ahora que Rodrigo Uprimni decide retirar su nombre, no por carecer de posibilidades, sino por considerar que tendría que declarase impedido en temas álgidos; resulta de suma importancia encontrar perfiles como los de Uprimne quien dijo sabiamente, sobre la Corte y la justicia que “Tengo además claro que esta Corte está viviendo momentos difíciles, como en general le sucede al sistema judicial en su conjunto, lo cual es grave, porque la justicia colombiana, y en especial la Corte, han jugado un
papel importante en la democracia colombiana. La elección de cuatro de los nueve magistrados que integran la Corte Constitucional es entonces crucial para el país.” Ojo con la advertencia de alguien que mereció estar en la Corte, pero que por decisión personal no irá. Se buscan Rodrigos Uprimni que filosóficamente hablando de derecho, vean lo que otros, pragmáticos, no ven. Si la Corte Constitucional deja de ser el faro que indique el camino de Colombia, la sociedad tendrá que acudir a su propia soberanía.
Publicado: marzo 28 de 2017