El problema de la violencia en Colombia, no solo ha sido motivada por el abandono del campo, por la concentración de la riqueza, por la falta de participación política, por la carencia de educación y oportunidades o por el despiadado centralismo (Colombia solo llegaba hasta Anapoima y no pasaba de Hatogrande), sino que es ontológico, es decir es la manera de ser del ser colombiano. Por eso no era descabellado que el presidente Uribe nombrara como jefe negociador de un acuerdo de paz con la guerrilla de la Farc a un psiquiatra, el doctor Luis Carlos Restrepo.
El problema radica en que el colombiano es de naturaleza violenta, por la sencilla razón que el uso de ella le ha dado buenos resultados. Y se ha acostumbrado a aplicarla, obteniendo grandes beneficios de ella. Por eso las gallinas robadas a Tirofijo se convirtieron en miles de fusiles y en muchísimo dinero. Pablo Escobar logro cambiar la Constitución cuando a punta de “bombas” logro quitar un artículo que permitía la extradición de colombianos. Hoy los miembros de la Farc han logrado no solo impunidad a sus atroces crímenes sino que se han de convertir en senadores de la república. Y solo para poner un ejemplo de la cotidianidad de la violencia que da resultados; los taxis amarillos sacaran del mercado de transporte público, a punta de “garrote”, al gran servicio de Uber.
En Colombia como ningún otro país latinoamericano se ha aplicado la violencia como un método para conseguir las cosas que el Estado no puede brindar. Es decir la violencia se convierte es una especie de “institución” paraestatal para obtener lo que los sucesivos y consuetudinarios gobiernos no han podido darle a los colombianos. Por ejemplo la carencia de Justicia, nos lleva aplicarla por propia mano. La aparición del paramilitarismo (decreto ley del presidente Cesar Gaviria) como respuesta a la falencia del Estado de no regular y proteger la recóndita geografía humana colombiana. La poca presencia estatal en zonas geografías apartadas (de allí que ha ido perdiendo sus fronteras limítrofes porque no es capaz de atenderlas), han sido tomadas de forma paraestatal por el colombiano rebelde que no tiene otra alternativa que la ilegalidad, es decir la de auto regularse, auto gobernarse (donde se aplica la ley del más fuerte, hoy montada sobre la poderosa economía cocalera) porque no tiene otro sentido de pertenencia que el suyo propio, debido a que no existe el Estado.
Por eso la necesidad de poner orden con la presencia contundente del Estado, con gobiernos sociales con mucho orden, con mucha presencia estatal (Mano fuerte Corazón grande). Y no seguir haciendo concesiones como la falsa paz de Farc-Santos, quienes deben su dudoso “éxito”, precisamente al aplicar el método típico de la violencia colombiana; la manipulación, la intimidación y el miedo.
Publicado: febrero 2 de 2017