La red está llena. Millones de internautas se disponen a disfrutar “la corrida”. Los seguidores de la faena se preparan para observar los argumentos de quienes se oponen a la fiesta brava… ¿Qué vemos? Que las convocatorias por la web son eficientes. Es un hecho: cientos de personas que dicen amar los animales, salen a la calle. En el primer tercio de su estúpida tarde, “los animalistas” les pegan a personas de la tercera edad que se aproximan a la Santamaría, con la mejor pinta dominguera y sin ninguna niña como consorte. El público es veterano. Ya nadie los puede convencer de que esa afición que han seguido desde jóvenes hoy no tiene ningún sentido.
Ojalá alguien pueda convencer a los violentos opositores de los toros, que existen argumentos de peso, mucho mejores que los puños y las patadas, los empellones y la vulgaridad, para ir más allá de la protesta, convocar un referendo y ganar democráticamente su batalla. Al ciudadano Gustavo Petro, visible líder de quienes promovieron la gresca, le comparto un argumento: piense en Dios, y no niegue que los toros, como creaturas vertebradas, nacieron con sistema nervioso central; por tanto, les duele lo que les hacen en el ruedo. Deje de seguir impulsando marchas que terminan en broncas. Mejor dicho: aunque le quede grande, intente ser gente.
La web está a reventar, cómo no. Miles de individuos sin escrúpulos aprovechan las mañas del Photoshop, y “maquillan” fotos, que indexan en las redes sociales como imágenes originales, dejando en ridículo a personajes que no merecen esa suerte. Hoy el sentido crítico es inexistente. Me dice un alumno: “¿Para qué pensar en la ley o en el respeto más elemental por las personas, si ni siquiera el presidente Santos lo hizo con el tema del plebiscito y hasta salió premiado con semejante Nobel?” Vea pues, otra perla de una de mis estudiantes, próximas a graduarse: “¿Cuántos seres humanos han sido vulnerados en su derecho a la honra y al buen nombre? ¿Cuántas personas se han visto insultadas gravemente por este tipo de actos, o por la infiltración de datos a sus perfiles, o por hackers que hasta terminan trabajando para bandidos que se roban campañas presidenciales?” Preguntas para pensar…
Meros detalles que hablan de lo mal que vamos como sociedad. Una sociedad que fustiga a quienes maltratan a los animales, pero cierra la boca cuando se trata del aborto. Una sociedad que tiene que ver cómo un gremio como el de los transportadores hace lo que le da la gana, pero cuando le aparece competencia que ofrece un mejor servicio, se enfurece y bloquea las ciudades, pasando por encima de los demás ciudadanos, que necesitan movilizarse y regresar a sus casas. Una sociedad que protege a los “niños”-incluso hasta de 50 añitos-, que berrean cuando alguien les saca los trapitos al sol con el tema de la dosis personal, especialmente en lugares donde ellos consumen, así haya bebés o infantes a su alrededor… Colombia, despierta de una buena vez, y date cuenta que una minoría de pseudo “libre-pensadores” no te puede seguir atropellando cada vez que se le antoja.
Con todo respeto: ¿Dejamos que siga avanzando esta violencia viralizada? ¿Dejamos que la deshonestidad y la corrupción, impulsadas desde las más altas esferas -aquellas que en lugar de dar ejemplo, dan pena-, siga pavoneándose cual top model, mientras crece una población que merece decencia en sus procesos educativos y de formación humana?
En fin, cerremos esta columna con un mensaje positivo, porque hay esperanza. En medio de este circo inmundo, existimos millones de ciudadanos que, en silencio, formamos parte de una mayoría que hoy tiene el feliz reto de imponer su voluntad con hechos; vale decir, cobrando los impuestos que pagamos. Exigiendo lo que nos merecemos. Sin duda, no estamos contentos con la bazofia en la que se ha convertido nuestra patria.
Publicado: febrero 1 de 2017