Juan Manuel Santos (JMS) respondió: que su palabra estaba empeñada. Lo dijo ante los requerimientos de abogados constitucionalistas que cuestionaban el acuerdo de La Habana porque violaba la constitución del 91. Y lo expresó como si acaso su palabra tuviera valor alguno.
Pero no lo digo yo, ni nadie, lo confirman sus propias palabras, a las que nos tiene acostumbrado. Las que además molestan al oído por su pésima dicción y su horrible cacofonía.
Primero dijo ante Antanas Mockus, su contrincante en la campaña presidencial de 2010, que firmaría en piedra de mármol que no subiría los impuestos, e hizo todo lo contrario, los subió considerablemente, llevándose de paso a la clase media colombiana.
Después dijo que el presidente Uribe Vélez, quien lo llevó a la presidencia con su gran caudal de votos, era el mejor presidente que había tenido Colombia en toda su historia, y que le entregaba a él la posta para continuar el buen sendero por donde había enrumbado el país. Y era otra falaz mentira, ha efectuado todo lo contrario a lo prometido y no ha hecho otra cosa que perseguirlo.
El doctor Uribe Vélez como todos saben lo hizo presidente, porque, por cuenta de él jamás hubiera podido serlo, “no hubiera sacado votos ni para ser alcalde de una ciudad de hierro”, dijo un día el senador Jorge Robledo.
Dijo que atacaría con vehemencia a los delincuentes de la Farc. Y no lo hizo. Antes por el contario, se sentó a conversar con ellos en La Habana. Y cuando se le pregunto, ya filtrada la noticia, lo negó rotundamente
Después en el marco del proceso de paz en La Habana, dijo que jamás los guerrilleros que hubiesen cometido crímenes de lesa humanidad, ocuparían escaños en el Senado, y efectivamente se los otorgo. Pastor Alape y otros, que han masacrado pueblos enteros y violados a indefensas campesina serán senadores a dedo.
Dijo que no habría impunidad para los atroces crímenes de lesa humanidad. Y se invento un sistema de justica, a su justa medida, violando los tratados internacionales para poder darles total impunidad.
Después que no se le pagaría a los guerrilleros farianos un salario para su mantenimiento y les adjudico una onerosa partida mensual que no gana siquiera un médico colombiano.
¿Entonces por qué y para que creerle? sino ha hecho otra cosa que mentir patológicamente.
Ahora ante las preocupaciones legítimas, aunque tardías, de los entes judiciales viene a decir que no puede fallarles a la Farc, porque “su palabra está empeñada”. ¿Acaso su palabra tiene valor alguno?
Y sin embargo para ponerle punto final a su desfachatez, y muy propio de su estilo marrullero ya no dice palabras, y solo guarda como si padeciera de autismo, silencio mudo.
Publicado: febrero 16 de 2017