El embravecimiento de la tormenta política desatada por la presencia perversa de la corrupción en la contratación pública y en las campañas políticas en Colombia y varios países de América Latina obliga a la ciudadanía, a los políticos y sus partidos a reflexionar en serio y proyectar decisiones de fondo.
La lista de actos reprobables y corruptos en que está envuelto el gobierno de Juan Manuel Santos ya está sobre la mesa y lo único que falta es que el sistema judicial actúe y llegue hasta las últimas consecuencias, si es que el gobierno no interfiere para garantizar impunidad como acaba de suceder en el caso del director de la Agencia Nacional de Inteligencia en la denuncia por infiltración en la campaña de OIZ en el 2014.
Igual con los partidos y los políticos enredados en el entramado de la contratación pública y los llamados «cupos indicativos» que no es otra cosa que las partidas del presupuesto nacional que Santos le entrega a los parlamentarios de su coalición de gobierno para que voten a favor todos sus proyectos, tal como empieza a suceder con la aprobación, mediante el sistema inconstitucional del fast track, de todos los proyectos producto de los acuerdos con las FARC.
En el 2018 los colombianos tendremos que tomar decisiones trascendentales respecto de la conformación del Congreso de la República y la definición de quien debe gobernarnos como presidente hasta el 2022.
Pero los graves errores y falencias que han caracterizado al actual gobierno en el manejo de la economía, en la política social, en las absurdas e inexplicables concesiones hechas a las FARC lesionando gravemente la estructura constitucional, territorial e institucional del país, todo esto en un contexto de corrupción desbordante, indudablemente nos llevan a la conclusión que en esta etapa final del mandato Santos el país se encontrara sumido en una de sus peores crisis de los últimos cincuenta años.
Por lo tanto un revolcón profundo y un viraje estratégico es lo que se impone en la política, en la sociedad y el estado para que de esta crisis resurjan los fundamentos de una Colombia realmente democrática, incluyente y con perspectivas de prosperidad para todos sus habitantes.
Para alcanzar este propósito veamos, brevemente, como se encuentran las diferentes fuerzas sociales y políticas:
1) Una sociedad atribulada y desconcertada por la corrupción, la crisis económica, y el desconocimiento del triunfo ciudadano en el plebiscito del 2 de octubre que fue raponeado por JM Santos. Sin embargo es una sociedad esperanzada en que el 2018 despeje el camino para el revolcón y el viraje estratégico.
2) Las fuerzas de la unidad nacional coaligadas en torno a la «mermelada» distribuida a cuenta gotas por el gobiernos nacional ya están divididas y enfrentadas con, por lo menos, dos o tres candidatos presidenciales y un, seguramente, mermado respaldo electoral.
3) Unos sectores como el partido verde, una parte del Polo y algunos populistas despistados con su reputación manchada por el apoyo a Santos y a unos acuerdos antipopulares con las Farc, fraccionados también en dos o tres candidaturas presidenciales con insuficiente apoyo popular y sin viabilidad real alguna como opción de gobierno.
4) Unas lánguidas y desperdigadas expresiones surgidas de las nostalgias de la violencia y el terror que, seguramente, no alcanzarán a darle respaldo electoral a las 10 curules obsequiadas gratuitamente y a dedo por el desgobierno santista.
5) Finalmente las fuerzas sociales y políticas congregadas al rededor del triunfo del NO en el plebiscito de octubre y cuya columna vertebral, indudablemente, está constituida por el liderazgo de Alvaro Uribe y la fuerza electoral del Centro Democrático.
Es necesario decir que el lamentable episodio originado en el reprobable comportamiento de la empresa brasileña Odebrecht financiando campañas electorales termino empañando la campaña de Oscar Ivan Zuluaga del 2014. Este, de la mano de la justicia, tendrá la obligación de aclararle al país si su campaña fue o no penetrada indebidamente por Odebrecht como muy bien lo exigió el presidente Uribe. Vale la pena recordar que OIZ fue candidato de un grupo significativo de ciudadanos por firmas y no por el Centro Democrático el cual nació a la vida jurídica y política del país en el mes de julio del año 2014.
Mientras tanto Uribe y el Centro Democrático como ejes centrales de la Resistencia Civil y las fuerzas del NO deberán convocar a ese gran revolcón y al viraje estratégico que necesita la política colombiana.
Los hechos que involucran a Oscar Ivan Zuluaga deben permitir un replanteamiento en cuanto a las precandidaturas presidenciales. El abanico tiene que ampliarse, no es suficiente con los precandidatos del Centro Democrático, ahí ya están Ivan Duque y Carlos Holmes Trujillo. A estas dos destacadas figuras deben sumarse otros nombres como Luis Carlos Restrepo, Luis Alfredo Ramos, Marta Lucía Ramírez y, tal vez, uno o dos nombres mas.
Entre estos nombres debe seleccionarse a quien deba asumir la responsabilidad de regir los destinos del país bajo el liderazgo indiscutible de Alvaro Uribe y su cuerpo de doctrina en plena vigencia.
Revolcón y viraje en el marco de la doctrina Uribista es lo que esperan la mayoría de colombianos. Esos ciudadanos que mayoritariamente le dijeron NO al régimen entreguista y traidor de Santos están listas, armados con su voto, para impulsar el revolcón y el viraje que necesita Colombia.
Publicado: febrero 4 de 2017