El daño está hecho, lo hicimos los colombianos que de manera equivocada llevamos a Juan Manuel Santos a la presidencia.
Los voceros de las Farc en el congreso tienen que saber que su llegada al escenario de la democracia tiene una consecuencia obvia: que aquellos que no estamos de acuerdo con que una banda de mafiosos y de terroristas se convierta impunemente en un partido político, vamos a expresar de todas las formas posibles nuestra posición.
Aquellos que orgullosamente llevan la representación de Iván Márquez, Santrich, Joaquín Gómez y demás delincuentes no pueden pretender que guardemos silencio frente a los reiterados abusos de la organización criminal a la que ellos pertenecen.
Eso de ser voceros, pero no responder las críticas y señalamientos que se le hagan a las Farc, es ante todo una actitud cobarde que, además, nos permite anticipar lo que será el tan cacareado posconflicto: la guerrilla no tiene la más mínima intención de responderle a la sociedad colombiana por los múltiples crímenes que ha cometido.
Lo que espera la mayoría de colombianos, esa misma mayoría que le dijo NO a los acuerdos de las Farc, es que los voceros ilegítimos de esa organización criminal, puestos a la brava en el máximo recinto de la democracia, tengan el valor civil de poner la cara por los delitos que aún siguen cometiendo sus representados.
Queremos respuestas concretas sobre muchos asuntos. Necesitamos que nos digan cuándo, cómo y dónde va a devolver a los niños que fueron reclutados forzosamente. Exigimos saber cuál fue la suerte de decenas de personas secuestradas por distintos frentes terroristas de esa guerrilla y que nunca fueron devueltos. Si los asesinaron, entonces que lo digan y que informen dónde se encuentran enterrados sus despojos mortales.
También, los voceros de las Farc están obligados a responder porqué su organización terrorista sigue produciendo y traficando drogas ilícitas.
Y en lo que a mí respecta, esos 3 figurines que la guerrilla, con el aval de Santos, entronizó en el salón elíptico –lugar en el que se reúne la cámara de Representantes, célula a la que pertenezco- son y seguirán siendo unos vulgares guerrilleros que merecen ser tratados como tales.
Bienvenida sea la paz, pero con personas que demuestren arrepentimiento, que exhiban una voluntad real de reconciliación. Anhelamos una paz en la que las víctimas sean resarcidas y sus derechos reivindicados. Rechazamos y nos oponemos, en cambio, a un pacto siniestro entre lo que el exprocurador Alejandro Ordóñez acertadamente ha llamado “élites”, en referencia a la élite criminal de las Farc y la élite corrupta que encabeza Juan Manuel Santos.
Y hablando de corrupción, transcurren los días sin que el gobierno aclarelas gravísimas acusaciones que se han hecho respecto de la financiación de la campaña reeleccionista de 2014.
De manera cínica, Santos se ha limitado a negar lo ocurrido, mientras se queja porque “el daño ya está hecho”. Que no venga el presidente a posar de víctima, porque si alguien le ha hecho daño a la democracia colombiana es, precisamente, él. Un hombre siniestro que urdió y puso en marcha un plan criminal para infiltrar la campaña presidencial uribista. Un hombre sin escrúpulos que permitió que una empresa contratista del Estado le entregara al gerente de su campaña la suma de 1 millón de dólares. Un hombre ambicioso que no le importó sacrificar todos los valores republicanos en la mesa de La Habana para lograr que la academia de Oslo le entregara el Nobel de Paz.
Claro que el daño está hecho y lo hicimos los colombianos que de manera equivocada llevamos a Juan Manuel Santos a la presidencia de la República en 2010.
Publicado: febrero 17 de 2017