Y pasó lo que todo el mundo temía: nos hicieron “conejo” y a las malas a los colombianos nos embutieron el Acuerdo Final para la Terminación del Conflicto entre el gobierno del presidente Juan Manuel Santos y la guerrilla de las Farc.
De nada sirvió el hecho de que el 2 de octubre casi 6,5 millones de ciudadanos les dijimos “NO” a los puntos acordados en La Habana por los delegados del Ejecutivo y de la guerrilla y que, en principio, terminaron en un mamotreto inteligible de 297 páginas.
A la brava, la administración de Santos y la banda guerrillera le impusieron al Pueblo el proceso de paz con unos mínimos cambios no sustanciales para el futuro de este adormitado país.
Claro, debemos reconocer que 5 minutos después de que el plebiscito fue derrotado en las urnas ocurrió un acontecimiento que cambió todo el panorama político del país: a unos despistados señores noruegos les dio por concederle a Santos el Premio Nobel de Paz “por sus grandes esfuerzos para finalizar la guerra civil de más de 50 años en Colombia”.
Y créanme que cuando digo despistados lo hago con pruebas: que se sepa, al momento de serle otorgado el Nobel de Paz al presidente (7 de octubre de 2016), en Colombia no había guerra civil (cosa diferente es un conflicto interno).
Que Santos ha hecho “grandes esfuerzos” para traer la paz a Colombia, permítanme ponerlo en duda. La verdad es que el inquilino de Casa de Nariño solo tenía en mente un objetivo cuando –mucho antes de empezar su mandato en agosto de 2010– inició las negociaciones con las Farc: ganar el Nobel de Paz.
Pues bien, gústenos o no Santos consiguió su anhelado objetivo. Sin embargo, tiene ante sí un pequeñísimo problema: no puede llegar el 10 de diciembre próximo a la capital noruega –Oslo– a recibir el Nobel sin haber concretado el proceso de negociación con las FARC, es decir, el proceso de entrega del país a la desprestigiada guerrilla. (No olvidar que Noruega y Cuba han sido los países garantes de las negociaciones entre el gobierno de Santos y la plurimencionada organización narco terrorista).
En su afán por llegar a Oslo con cualquier cosa firmada, a Santos le dio por inventarse una teoría bien particular: que es lo mismo que los acuerdos de paz sean refrendados por el Pueblo o por el Congreso.
Entonces como el Pueblo le dijo “NO” hace dos meses a sus acuerdos de paz, ahora el gobierno dice que el Senado y la Cámara de Representantes tienen la misma estatura del Constituyente Primario.
Tanto en la cámara alta como en la baja Santos no tuvo problema para conseguir los votos de unos congresistas –algunos– enmermelados, otros equivocados, otros pocos creyentes de Santos y su proceso y otros, escasos de carácter y vergüenza. Un congreso, que a todas luces no tiene la misma fuerza del pueblo, despacho en pocas horas lo que fue un proceso de paz que duró más de cuatro años y que fue resumido primero en 297 páginas y después en 310. Así por encima, apuesto doble a sencillo a que “Lizcanito” no debe haberse leído una sola página del Acuerdo Final.
Desde que en septiembre de 2012 anunció que su gobierno y las Farc habían dado inicio formal a unas conversaciones, Santos siempre dijo que sería el Pueblo el encargado de refrendarlas en las urnas y que por ningún motivo le jalaría a un proceso de paz mal hecho. Pues, señor presidente, permítame decirle que está tacando burro: el proceso de paz –el suyo y de la guerrilla– fue rechazado por el Pueblo en las urnas. Entonces déjeme decirle que sus negociaciones quedaron mal hechas y que usted se burló del Pueblo.
Desde ya lo digo, el fast track no es viable si no media una refrendación popular, que después de lo sucedido martes y miércoles en el parlamento colombiano es imposible. Sin fast track “los acuerdos” se deben implementar, sino hay mas remedio, por medio de ley ordinaria, acto legislativo y/o ley estatutaria, según el tema a tratar y no de manera rápida, si de acuerdo a los términos constitucionales propios de cada una.
No más amenazas señores guerrilleros, si ustedes quieren paz a respetar la Constitución y a tener paciencia. El cese al fuego bilateral no es el coco con el que pueden amedrentar a un país, más bien apoyen de manera urgente la Ley de Indultos y Amnistias relacionada con delitos políticos, y solo políticos, de tal suerte que más del 80% de los miembros de las Farc entrarían a disfrutar de esa norma y solo los cabecillas, es decir, los peores delincuentes de los que Colombia haya tenido noticia quedarían pendientes de someterse a la justicia transicional.
Quédese con el Nobel de Paz, señor presidente. ¡Felicitaciones! Pero, gracias al poder que usted les ha dado a las Farc, no nos ponga a cargar a los colombianos con el lastre con el que han tenido que lidiar los cubanos desde 1959 y los venezolanos desde 1999.
PD. Qué dolor tan grande para el mundo (sobre todo del deporte, el periodismo y la aviación) el accidente en el que murió casi toda la plantilla del brasileño Chapecoense. El homenaje que el pueblo antioqueño les rindió a las víctimas del siniestro demuestra que los colombianos podemos ser personas solidarias, espirituales y sensibles. Ahora oremos hasta quedar afónicos por las almas de los fallecidos y sobre todo por la recuperación de los sobrevivientes.
@CancinoAbog