Entre buenas y malas noticias el país vive anestesiado. Entre la euforia del Nobel y el horror de una humilde niña violada y asesinada por un “niño bien”; entre el futbol, que no sale de las primeras páginas, y un fatal y culpable accidente futbolero que ya pasa al olvido; entre la prima de Navidad que se recibe con ilusión, pero se esfuma con rapidez en este diciembre que ya llegó con su alegría y su derroche.
Entre bombos y platillos, entre música y orquestas, a nadie parece importarle que la Corte Constitucional, cuya misión era preservar el Estado de Derecho, haya permitido que en los próximos 6 meses se produzca la más profunda reforma de las instituciones democráticas desde 1991, por la vía del fast track, cuyo principal reparo no es tanto la rapidez del procedimiento, sino su condición sumaria, por encima de las facultades constitucionales de la Corte misma y del Congreso, ahora concentradas en el Ejecutivo, que se queda con la exclusividad de la iniciativa legislativa y el poder de veto a cualquier modificación.
Una verdadera avalancha legislativa blindada contra cualquier demanda de inconstitucionalidad, todo para ajustarse a las exigencias de un Acuerdo Final con las Farc también inmodificable, aun en contra de la voluntad popular en las urnas, y además, totalmente desfinanciado.
Entre tanto, la reforma tributaria se nos vino encima en medio del jolgorio navideño, también aprobada a lo fast track por las mayorías de la Unidad Nacional, después de esperar por meses las conclusiones de una Comisión de Expertos a la que no se le hizo caso, y de hacer cola para no afectar un plebiscito en que el Gobierno terminó derrotado.
El Gobierno podrá decir misa en sus costosas propagandas, afirmando que la canasta básica continuará sin IVA, pero sin hablar del aumento de los combustibles, que afecta el transporte diario de los más pobres y también esa canasta básica, sin IVA pero más costosa. Se le olvida la infinidad de productos que no están en la canasta del DANE pero sí en la cotidianeidad de los estratos bajos y medios. Ya las mujeres reclamaron por el discriminatorio IVA del 19 % a sus productos de protección íntima.
Por el lado de los empresarios la inconformidad no es menor. En contra de las recomendaciones de la Comisión, el ánimo fiscalista del Gobierno aplazó hasta 2019 la reducción del impuesto a las sociedades, con lo cual aplazó la recuperación del empleo, la reactivación económica y la competitividad internacional. Y como si fuera poco, subió un 33 % la renta presuntiva, ese absurdo impuesto sobre lo que se presume que se debió ganar aunque no se haya ganado.
Hoy el afán del Gobierno es la pérdida del grado de inversión, que se puede perder de todas maneras por el crítico desbalance del sector externo, lo cual impactaría el costo de la deuda en más de $5 billones, ahuyentaría la inversión externa y allanaría el camino a la recesión. La economía es pragmática y va por caminos diferentes a los del Nobel y las promesas de prosperidad del posacuerdo.
Las Reformas que no van acompañadas de reducción del gasto y lucha contra la corrupción y la evasión son apenas reformas fiscalistas. Las reformas que no promueven la competitividad industrial, agropecuaria y de servicios para generar empleo y reemplazar la renta petrolera, son apenas reformas “tapa huecos”, que asaltan el bolsillo del colombiano del común y son la cuota inicial de la siguiente reforma.
Pero no importa. Llegó diciembre con su alegría…
@jflafaurie