Resulto que Juan Manuel Santos (JMS) no es tan buen jugador de póker como todo el mundo lo suponía (aunque el Estado no es una mesa de juego ni mucho menos). Como todas las cosas de él, resulto ser es una mentira. Es una fama ganada con apariencias, resultando más bien ser un pésimo jugador. Todo lo aparente llega un momento en que se desploma, las falsas apariencias son como las viejas construcciones, tarde o temprano se derrumban y se descubre el verdadero ser. La Biblia tiene sabias sentencias sobre el tema, cuando dice que “no hay nada oculto que no haya de ser manifiesto, ni secreto que no haya de ser conocido y salga a la luz”. Y por muy avezado que sea el sujeto para inventar mentiras, dice la palabra de Dios: “su perversidad será descubierta en la asamblea”. Hoy sale a la luz pública todo el concierto de mentiras e intrigas para ganar la presidencia, para tomar venganza con un aparente enemigo, para hacer un acuerdo de paz, el que después de firmado reconoce que no era del todo bueno. Nunca gobierno alguno en la historia nacional había estado sustentado en tantas mentiras, nunca político alguno había montado tal engranaje perverso para implantar sus políticas, que entre otras cosas no se saben cuáles son porque el presidente va sin derrotero alguno, como una veleta, dando tumbos, sin la más mínima coherencia, sustentada en la ambivalencia de su discurso, precisamente porque las mentiras generan una cadena de errores.
JMS tiene una personalidad tan poliforma, que un día posa de político de centro-derecha, luego funge de liberal de izquierda y luego se hace invitar por los reina de Inglaterra y funge de aristócrata. Comportamiento, cuya única explicación posible es el padecer algún trastorno mental, dadas las incoherencias, lo muy desordenado de su pensamiento, sin conexión entre lo que dice y hace, entre sus palabras y sus actos, lleno de cambios bruscos, que no siguen una secuencia lógica, por lo que no se puede comprender su significado. Y nosotros los gobernados entramos en un estado de desconcierto tal que no conseguimos tener cohesión y sentir la “unidad de régimen”. Un gobierno por muy malo que sea por lo menos crea esta sensación de “unidad de régimen”. La mentira esta tan presente, que se vuelve habitual e inconsciente, llegando un momento en que no se puede distinguir la mentira de lo veraz, la real de lo ficticio. En un artículo pasado sobre este tema anote, que son muchas las consecuencias de las mentiras de JMS, entre ellas la falta de confianza de los colombianos, la desazón en que vivimos el día a día. Un gobierno sustentado en la mentira la mayoría de las cosas le fracasa, como de hecho está sucediendo, el presidente no acierta en ninguna de sus políticas. Y si las mentiras continúan, podría llegar a causar problemas legales y resultados negativos incalculables.
@rodrigueztorice