Nunca antes en mi vida me había sentido, como ciudadano del mundo, en una situación tan amenazante. Antes de conocer los resultados de las elecciones presidenciales del 8 de noviembre en territorio estadounidense, es preciso acotar que estamos, teniendo en cuenta lo que han publicado los medios de comunicación de la patria de Washington y Lincoln, ante una debacle anunciada, cualquiera sea el ganador. En este 2016 el planeta entero ha visto cómo el liderazgo que se aleja de los principios elementales, que no tiene Dios y hace leyes a su antojo, es el que ha llegado al poder real, ese que mueve los hilos de la economía y la convivencia en nuestra humilde vida cotidiana…
¿Qué podemos esperar de una presidencia de Hillary? Abortos sin misericordia, diplomacia débil, exacerbación de violencia no anunciada por la prensa, desconfianza y abuso de autoridad soterrada, el apoyo pleno a una agenda LGBTI que sofocará a la sociedad, con imposiciones arbitrarias, en detrimento de una agenda familiar común, que hoy no tiene ningún peso en los organismos internacionales. ¿Qué pasará con los programas de cooperación, tan alinderados a los intereses de las grandes potencias? ¿El tema de la legalización de la droga será parte de la nueva plataforma ideológica, y llegará esta vez con fuerza inusitada? En nuestra América Latina, Venezuela y Cuba, ¿seguirán felices aplastando a sus ciudadanos, a través de sus infames dictaduras?
¿Para dónde podremos ir con una presidencia de Trump? Se disparará el mercado armamentista, el tinglado de comercio internacional se terminará cayendo por la presión que ejerza la Casa Blanca, a través de sus nuevos negociadores; las agresiones contra las comunidades latinas que impulsan violencia doméstica no se harán esperar en Estados Unidos (existen razones de peso, en este tema específico, que no podemos desconocer en el argumento de Trump). ¿El medio oriente se encenderá mucho más de lo que está y finalmente veremos el Armagedon anunciado por la Biblia? ¿China terminará enfrentada a los Estados Unidos en una posible confrontación mundial? ¿Cuáles serán los nuevos liderazgos al interior de las fuerzas que representan el Nuevo Orden Mundial, hoy visceralmente enfrentadas?
Sencillas preguntas que me impulsan a invitarlos a orar. A llamar a Dios, desde nuestros corazones, porque todos, en medio del absurdo juego de poder que hoy se pavonea en salones y corredores, que pacta desgracias tras bambalinas, es el que tiene a sus peores representantes ad portas de cruzar el umbral de la Oficina Oval. Hoy, más que en ningún otro momento de las últimas cuatro décadas, estamos ante una amenaza cierta contra el destino de la Humanidad. ¿O acaso algunas de mis preguntas no reposan también en las mentes de muchos de ustedes?
¡No perdamos la esperanza! Somos testigos de muchos milagros cada día. ¡No perdamos la Fe! El carnaval malvado de quienes hoy se disputan los tronos de este mundo es vano ante el Amor de Dios por sus creaturas; vale decir, por cada uno de nosotros.
Con todo respeto: ¿Llegó el momento de darle la espalda a quienes se supone nos representan? ¿Sería prudente cambiar la política de nuestros días, dado que hoy estamos siendo testigos de una vulgar feria de vanidades (Vanity Fair) – como tituló una de sus obras William Thackeray, brillante escritor del realismo inglés del siglo XIX-, libro que cae como anillo al dedo para describir el boato, las falacias y el espíritu frío y vacío de los gobernantes de nuestros días? ¿Vale la pena replantear las prioridades del planeta y acercar el mundo de los políticos a los problemas reales de la gente de a pie?
Sea esta la oportunidad para elevar nuestras plegarias al Cielo, en medio de unos escrutinios gringos que bien vale la pena seguir con una oración en los labios.
“Por eso, reyes, sean prudentes; aprendan, gobernantes de la tierra.” (Salmo 2:10)
@tamayocollins