Los acontecimientos de los últimos días pueden conducir a la creación del escenario apropiado para edificar un gran acuerdo nacional que nos lleve a la paz, o ser la fuente de una división nacional profunda y difícil de superar.
Estaremos en el primer escenario si se le da una buena lectura a todo lo que ha sucedido recientemente.
El resultado del plebiscito fue una manifestación unánime a favor de la búsqueda de la paz, y también el mensaje claro de los electores que sufragaron mayoritariamente por el NO acerca de su inconformidad con varios aspectos de lo acordado.
La cita que le solicitó el ex presidente Uribe al presidente Santos, así como la reunión que tuvo lugar en la casa de Nariño fue un buen paso, a pesar de las naturales tensión y dificultad de ese encuentro.
De otro lado, la primera sesión del grupo de comisionados del Gobierno y demás sectores amigos del SÍ, con delegados de varios grupos que votaron por el NO y voceros de las víctimas fue positivo, no obstante las distancias que existen.
Y el otorgamiento del premio nobel de paz al presidente Santos lo sitúan en una posición que puede ser semilla de unidad.
Son varios, pues, los elementos sobre los cuales se podría construir un entendimiento nacional.
Pero, los mismos dichos elementos tienen, así mismo, la capacidad para conducir a un fracaso indeseable.
Todo dependerá realmente de la verdadera voluntad que exista.
Si de lo que se trata es de aceptar con sentido institucional y patriótico el mandato de los colombianos el domingo anterior, estaríamos recorriendo el camino adecuado.
Como es apenas natural, la existencia de esa disposición deberá tener como contrapartida la voluntad auténtica de los sectores que favorecieron el NO de encontrar puntos de coincidencia posibles.
Ahora bien, en el evento de que la idea sea dedicarse solamente a mirar cambios cosméticos e insustanciales, impulsados en este momento por el viento fresco del nobel, no habría posibilidad de construir el futuro que reclama Colombia.
Las señales que se reciben son muy contradictorias y el lenguaje que utilizan protagonistas de las dos orillas está lleno de agresividad.
En esas condiciones, será prácticamente imposible edificar el clima necesario para avanzar con posibilidades reales de éxito en la comisión que ya inició formalmente sus trabajos.
Eso de creer que se puede pasar por encima del resultado del domingo, suponer que las agresiones verbales no tendrán respuesta , o creer que todo será posible con cambios apenas cosméticos a los acuerdos, es un error, para calificarlo de la manera más suave posible.
Como también lo es creer que el veredicto popular en el plebiscito es un mandato para tirar el acuerdo entre el gobierno y las Farc a la basura, partir de la base de que no existe, o soñar con la posibilidad de partir de cero para iniciar la heroica tarea de empezar de nuevo.
Ni lo uno, ni lo otro.
La responsabilidad histórica aconseja estar dispuesto a buscar con madurez, sensatez y visión de futuro un punto de encuentro aceptable, que satisfaga las expectativas de todos.
Desde luego que es inmensamente difícil.
Sin embargo, es el único camino que nos conduciría a un final imperfecto pero aceptable.
Lo demás sería una gigantesca equivocación con consecuencias impredecibles.
Ingenuo le dirán muchos al humilde autor de estas líneas.
¡No importa!
Se está frente a una oportunidad histórica inigualable, que no puede tirarse a la caneca en virtud del predominio de las visiones de corto plazo.
Todos los sectores de la sociedad colombiana enfrentan hoy un gran desafío.
Quiera Dios que, finalmente, lo que se imponga sea la decisión de construir la paz.
@CarlosHolmesTru