Santos es premiado en el exterior, pero repudiado en Colombia. Uribe se consolida como el gran líder de la nación.
Esta campaña que acaba de terminar fue una muestra más del liderazgo y de la inagotable capacidad de trabajo del expresidente Álvaro Uribe Vélez quien, desde el momento en que su partido decidió liderar la campaña por el NO en el plebiscito, literalmente se echó esa responsabilidad al hombro y recorrió buena parte de la geografía nacional para explicar ante la comunidad las razones por las cuales el acuerdo entre Santos y las Farc debía ser rechazado.
Gracias a la victoria del NO, que se impuso contra todo pronóstico, el expresdiente Uribe consolidó el liderazgo que tiene en el plano político y social de Colombia.
Uribe, que ya tiene un lugar ganado en la historia de nuestro país, que es un líder de talla mundial, que goza de una inmensa popularidad, bien podría estar gozando del merecido descanso con el que la vida premia a los valientes. Pero no. Él ha tomado la respetable decisión de seguir en la lucha, de trabajar con el mismo ímpetu que lo movía cuando empezó su carrera política buscando votos para llegar al congreso de la República a comienzos de la década de los 90 del siglo pasado.
Parecía que una vez elegido Juan Manuel Santos en la presidencia de la República, Uribe podría dedicarse a atender compromisos internacionales como conferencista y miembro de las juntas de las empresas más importantes del planeta. Pero la traición de Santos, no a la persona de Uribe sino a las ideas con las que fue elegido, obligó al expresidente a desempolvar sus botas de trabajo para construir un partido político empezando desde ceros con el que buscó impedir la reelección del mandatario en 2014.
Así mismo, confeccionó una lista para el Senado de la República en la que sus integrantes, muchos de ellos sin mayor experiencia en materia electoral, fueron jalonados por un Uribe imbatible que obtuvo el respaldo de 2.045.564 ciudadanos, constituyendo así un resultado histórico en el país. Nunca antes en Colombia un candidato al senado había logrado una votación siquiera semejante.
Con todas las dificultades a cuestas, pudo convertir al Centro Democrático en el partido de oposición de Colombia. Su discurso siempre ha sido el mismo. No varía. Defiende sus tesis con argumentos. El paso de los años le ha permitido morigerar su temperamento. Cada vez más paciente y recursivo, busca la manera de tender los puentes necesarios para consolidar a su colectividad como una alternativa política de largo aliento.
La persecución en su contra no ha cesado un solo instante. A través de una justicia corrupta y politizada, muchos de sus más cercanos colaboradores han sufrido el ignominioso castigo por haber sido funcionarios suyos.
Luis Carlos Restrepo, sin duda alguna uno de los hombres que más le ha aportado a la paz y a la reconciliación de los colombianos y quien fuera el Alto Comisionado para la Paz, fue víctima de un montaje brutal. Él, que es un hombre decente, pulcro e íntegro, se vio forzado a partir hacia el exilio para proteger su integridad y la de su familia.
Otros funcionarios como los ministros Diego Palacio y Sabas Pretelt, purgan penas de cárcel por cuenta de sendos fallos proferidos por la sala penal de la Corte Suprema de Justicia que durante los 8 años del gobierno de la Seguridad Democrática no obró como un tribunal de justicia sino como un directorio político de oposición al primer mandatario de Colombia.
Uribe no se cansa y no se rinde. Su popularidad se debe, eminentemente, a que es un hombre coherente y de ideas radicales. No se mueve al vaivén de la coyuntura política. Cuando el viento sopla en contra suya, no se acoquina. Todo lo contrario, se fortalece. Es como los toros de lidia que se crecen con el castigo.
Su lucha política no está motivada ni por la vanidad ni por el ego. Él ya alcanzó los más altos honores que pueda conferir nuestra República. Si sigue ahí, firme, luchador y aguerrido es por amor a un país que le debe mucho a él. Ahora, cerca de 6 millones y medio de colombianos le dijeron NO a los acuerdos de La Habana, obligando a una renegociación de los mismos.
@IrreverentesCol