Había escrito este artículo antes de los resultados de la votación en el plebiscito a favor del NO. En el reconocía la enjundia y la capacidad de sugestión de Juan Manuel Santos (JMS) para llevar a cabo los acuerdos de La Habana, “me le quito el sombrero”, me decía para mis adentros con cierta admiración. Jamás pensé que podría lograr firmarlo, dado su estilo artero.
Reconocía que en efecto había podido más la astucia, la artimaña, el manejo mañoso de los medios de comunicación, el contubernio con los gobiernos que lo apoyaron, el uso exagerado de la chequera nacional y el afán desmedido de ganarse un Nobel de paz. Premio que llenaría las paredes de su ego con un nuevo diploma, sin importarle un bledo todos los otros propósitos de sus políticas de gobierno, sin importarle una pito los problemas de soberanía nacional que cursan en La Haya, sin importarle una pizca la recesión económica en que ha sumido las arcas del Estado, al fin y al cabo los problemas de dinero se arreglan con una reforma tributaria.
Había sido tanto el imperio de su autoridad, hoy después del plebiscito muy disminuida, que JMS venía haciendo lo que le daba la gana e incluso se atrevió echarle el “escuadrón móvil antidisturbios” al expresidente Uribe Vélez y a todo el que se le opusiera. ¿No hubiera sido preferible aplicar ese sentido de autoridad tan decidido para hacer un buen acuerdo con la Farc?
No hay nada peor para una negociación, cuando uno de los negociadores tiene premura de hacer el negocio. Y las Farc conociendo de esa debilidad había sabido con creces aprovecharla, consiguiendo tan rápido lo que siempre se imaginaron; poder tener a mediano plazo el gobierno en sus manos.
“Marica el último”, es un decir que tenemos los cartageneros cuando uno no se puede quedar por fuera de algo tan bueno y es menester llegar así sea de penúltimo, pero jamás de último. Pues muy ingenuos los comandantes de las Farc si no aceptaban desmovilizarse, cuando JMS les concedió todo lo que pidieron, a cambio del chantaje de dejar matar. Sin embargo el pueblo soberano tuvo la última palabra y dijo NO a los acuerdos firmados, en una votación histórica que cambia todo el panorama de la paz. Y que llevara si hay voluntad política a que sean revisados. Con razón decía Jorge E Gaitán; “El pueblo es superior a sus dirigentes”.
Pero con JMS nunca se tiene certeza de nada, su astucia va mucho más allá que la de cualquier otro político colombiano. Por lo tanto hay que estar muy atentos a su juego político. En todo caso el pueblo se ha manifestado en contra de los acuerdos. El NO significa realmente renegociarlos. Y la mesa de La Habana deberá por lo tanto tener dos nuevas sillas; una para la oposición, es decir el Centro Democrático, y otra para las víctimas reales, las del pueblo raso, que no ha podido ser representado, porque solo están las victimas “privilegiadas”.
@rodrigueztorice