La victoria del NO , hirió a la coalición santista. La elección del procurador significará el final de la misma.
Al presidente Santos le sonrió el mundo por cuenta del Nobel que le obsequió Noruega 5 días después de que el pueblo colombiano le dijera NO a sus acuerdos con el jefe de terrorista de las Farc, alias Timochenko. (Puede leer “No hay almuerzo gratis”)
Ante la denominada comunidad internacional, pasará a la historia como el colombiano que mayores intentos hizo por alcanzar la paz, pero ante los colombianos es y seguirá siendo un mandatario increíblemente impopular con unos niveles de aceptación bajísimos.
La derrota del plebiscito traerá consecuencias políticas para el gobierno en el corto plazo. Su coalición, denominada unidad nacional, no es otra cosa que una telaraña de corrupción y politiquería en la que con dineros y puestos públicos se han mantenido atados unos congresistas entorno al gobierno.
Pero a Santos el tiempo se le agota. Le quedan menos de dos años de gobierno y los parlamentarios que hasta ahora lo han respaldado ya empiezan a pensar en sus propios futuros políticos.
Aquello explica, por ejemplo, la actitud del partido liberal frente a la denominada reforma tributaria, que en el fondo no será nada distinto que una reforma coyuntural para solucionar los problemas de caja de un gobierno que ha girado más de lo que tiene para comprar conciencias de políticos y medios de comunicación con el fin de que respalden su fallido proceso de paz. Esos 40 billones de pesos que faltan, tendrán que salir de algún sitio y, como es de suponer, el Ejecutivo le meterá la mano a la billetera de los colombianos.
Un incremento del IVA es un golpe demoledor a los consumidores. Gravar bienes que antes estaban exentos afecta, sobre todo, a los menos favorecidos. Y así lo hizo conocer el liberalismo a través de un comunicado en el que expresó que “el partido no respaldará ningún impuesto que grave a los pobres y a la sufrida clase media. Los liberales no apoyamos impuestos ni contribuciones de cualquier índole ni descuentos, a los tenderos, a los vendedores ambulantes o estacionarios, a los profesionales independientes ni a los trabajadores o empleados. Tampoco apoyará impuestos que graven los inmuebles dedicados al culto religioso”.
Es claro que si Santos hubiera ganado el plebiscito, su coalición, que vería abierto el camino para continuar en el poder luego de 2018, estaría firme y disciplinadamente votándole todas las leyes, incluida la reforma tributaria.
Pero el panorama político cambió. Como le expresó una senadora de la unidad nacional a LOS IRREVERENTES, “con la medallita que le darán al presidente por su premio Nobel no conseguiremos los votos que necesitamos para continuar en el Congreso en el próximo periodo legislativo. En este momento, de tanta incertidumbre e inestabilidad política, meter una reforma tributaria es inoportuno, aunque sabemos que es necesario. Pero veo difícil que ésta pase en el Congreso”.
Como están hoy las cosas, el gobierno tendría solamente el respaldo del partido de La U, de un sector de Cambio Radical y, dependiendo cómo resulte la elección del próximo Procurador General, el conservatismo lo respaldaría.
Elección de Procurador
La unidad nacional empezó a agonizar la noche del 2 de octubre por cuenta de la victoria del NO en el plebiscito y el acta de defunción de la misma se redactará con ocasión de la elección del nuevo Procurador General de la Nación.
Para los conservadores, la elección de María Mercedes López es una cuestión de honor. Ellos están por fuera de los otros órganos de control. La Contraloría está en manos de liberalismo y la Defensoría del Pueblo en las de La U. Por su parte, Cambio Radical tiene a la Fiscalía.
Aquella repartición milimétrica de las grandes entidades del Estado es la que ha hecho creer a los godos que tienen derecho a quedarse con la Procuraduría. Si aquello no se da, su permanencia en la coalición que respalda al gobierno tendrá los días contados.
El gobierno no puede darse el lujo de perder los votos conservadores para sacar adelante la reforma tributaria y si el precio que tiene que pagar es el de sentar a sus aliados para negociar el voto a favor de López, lo hará sin mayores inconvenientes.
Lo cierto es que la fractura en la unidad nacional es irreparable. Santos, como se sabe, está cocinando un “chocorazo” para burlarse del resultado del plebiscito e imponer, a las malas, su acuerdo con Timochenko. Aquello le salvará, por ahora, el proceso de paz, pero lesionará de manera grave la democracia y no es seguro que todas las fuerzas políticas que hasta ahora lo han acompañado estén dispuestas a ser cómplices de un fraude de semejante tamaño, porque en ese caso aplicaría la máxima de que quien aplaude un ilícito, el día de mañana será víctima de uno tal vez peor.
@IrreverentesCol