No hay acuerdo perfecto, han dicho los negociadores del gobierno del presidente Juan Manuel Santos en el «proceso de paz» con las Farc. Y la verdad es que en eso tienen razón.
Pero lo que no han reconocido Humberto De la Calle y compañía es que en La Habana no hubo ni acuerdo ni negociación, sino una constante genuflexión a las exigencias y peticiones de la banda fundada por “Tirofijo”.
No es aceptable el argumento de que la guerrilla al final consiguió menos de lo que pretendió al inicio de las mal llamadas negociaciones dizque porque al principio exigió ganarse el baloto a diario, impunidad absoluta y política sin restricciones, es decir, cosas que supuestamente eran imposibles de partida.
Pero, ¿qué consiguió la guerrilla? Todo lo que quiso. Las Farc aplicaron el adagio de pedir todo para recibir lo más cercano a ese todo. Y lo lograron. En cambio, el Ejecutivo, en cabeza del futuro Nobel de Paz junto a «Timochenko», inició pidiendo migajas y también lo consiguió: logró menos que eso.
La guerrilla llega al plebiscito con un acuerdo que parece más un libro de concesiones con 31 emisoras en frecuencia modulada. Fácilmente podría ser la cadena radial más grande del país. Dichas estaciones les fueron otorgadas sin trámite alguno, solo a dedo.
Adicionalmente, también a dedo -así el gobierno lo niegue-, los guerrilleros a partir de 2018 tienen asegurados en el Legislativo 36 escaños. Solo tienen que inscribirse como partido político así no consigan un solo voto, cosa que sin duda sucederá.
Tampoco se les exigió a los rebeldes entregar un listado de armas para identificarlas y verificar su dejación. Mucho ojo con la palabra porque significa que las pueden volver a usar cuando algo no les guste. ¿Alguien puede creer que los llamados milicianos entregarán sus armas? ¡Por Dios!
El proceso de negociación se selló sin compromisos para las Farc respecto del narcotráfico y sin la obligación de devolver el dinero de sus actividades ilícitas, plata que deben tener en cuantiosas sumas toda vez que es el cartel más grande del narcotráfico del mundo.
Y ni qué decir del tonito del documento de las sosas 297 páginas. Apuesto doble a sencillo que, aparte de que Santos no las ha leído, ninguna de esas cuartillas es de autoría de su gobierno. Todo el tiempo es con ese estribillo mamerto del todos y todas.
Y seguramente esos todos y todas -o aquellos y aquellas- que no estén de acuerdo con el “proceso de paz” terminarán empapelados en el famoso tribunal de la justicia transicional, que no es otra cosa que un esperpento hecho a la medida de las Farc para meter a la cárcel y aplastar a todos sus enemigos y críticos.
Y como si todo lo anterior fuera poco, las mentadas garantías de verdad, justicia y reparación no están presentes por ningún lado en las 297 páginas.
Por el contrario, se nota la prepotencia y poco respeto a la verdadera Constitución que nos rige hasta hoy, y no la que las Farc quieren a su acomodo.
Las Farc dicen tener niños en protección y no reclutados ilegalmente; no tienen dinero; no reconocen secuestros sino retenciones, y dicen en tono desafiante que no irán a las zonas de concentración hasta tanto tengan impunidad entendida como una amnistía total.
¿Será esto garantía de paz duradera? Por supuesto que no.
La garantía de no repetición es un requisito de importancia suma para una «paz duradera», y cuál garantía hay en un grupo que firma los acuerdos con sus nombres de guerra, con sus alias, con los que sembraron terror, violaron, mataron, secuestraron, traficaron con drogas y extorsionaron.
La prepotencia, la ironía y el irrespeto a la ley se ven aún en los jefes del narcotráfico guerrillero. Ellos se sienten vencedores y lo son. Nosotros, los del pueblo, no ganamos nada con este acuerdo. En realidad perdimos y mucho.
Y sí, en mi concepto, a lo largo de estos cuatro años de negociaciones perdimos más que sin el proceso de La Habana. ¿Quiere usted en el Congreso alguien que le diga al presidente Mauricio Lizcano que las Farc no secuestraron sino que «retuvieron» a su padre? Dolorosamente lo mismo sucede con muchas otras personas que corrieron idéntica suerte a la del respetado doctor Óscar Tulio Lizcano.
¿Quiere usted permitir que se lave el dinero de la guerrilla sin que se aporte nada a las víctimas? ¿Quiere usted personas que no reconocen sus delitos y no piden perdón sincero y real? ¿Quiere usted un acuerdo que no se podrá aplicar entre otras cosas por falta de dinero que solo con una reforma tributaria se encontrará? ¿Quiere usted que en un año -fruto del desempleo, de la falta de dedicación y salud- muchos guerrilleros se dediquen a la delincuencia común como consecuencia de la insociabilidad enunciada? Yo no quiero ese acuerdo. Por eso junto a mi familia votaré NO en el plebiscito.
@CancinoAbog