Sentí profundo dolor con la risa del expresidente Gaviria al reconocer que el documento habanero no incluía nada sobre los menores.
Suspendí la lectura de las 297 páginas del acuerdo firmado por los delegados de las Farc y del gobierno en una ceremonia, por supuesto, en La Habana, para hablar del futuro de los niños colombianos de hoy y de mañana.
Obvio que me referiré a los menores reclutados por este grupo narcoterrorista. Pero mi preocupación abarca, hago énfasis, a todos los niños colombianos nacidos y por nacer.
No veo claro el futuro de ninguna de las personas de buena voluntad que quieren la paz, pero NO la paz que firmaron en Cuba. Menos, entonces, de los menores de edad.
No puedo olvidar el caso de una niña que el régimen comunista retuvo en Hungría cuando la URSS invadió a ese país y no la dejaron salir al exilio con su papá y su mamá.
Esa niña creció sin el calor del hogar en una especie de hospicio. La dejaron reunir con sus padres cuando ya iba a empezar quinto de bachillerato, lo que ahora llaman décimo en Colombia.
Con una inteligencia brillante, terminó secundaria e hizo dos carreras. Pero nunca nadie logró quitarle unos miedos que la han acompañado siempre, aún ahora que es adulta mayor.
Recordándola a ella, amiga, siempre amiga, pienso en qué será de los colombianitos “educados” por las Farc si llegan al poder.
¿Qué principios morales y éticos les inculcarán? ¿Los iniciarán en la droga por aquello del “libre desarrollo de la personalidad”?
¿Qué Historia de Colombia les enseñarán? No hay que pensar mucho para saber que será una historia acomodada a lo que buscan las Farc, un adoctrinamiento total.
¿Qué ciencia política aprenderán? Seguramente la que se acomode al Manifiesto Comunista, un ideal de Marx que resultó ser un fiasco. Baste analizar lo que fue la Unión Soviética, lo que es Cuba y lo que son todos los países que siguen los postulados del Foro de Sao Paulo y que se ha materializado en el Castrochavismo, mal llamado Socialismo del Siglo XXI.
Si Marx viviera hoy, muy seguramente habría reconocido que su utopía ha sido un fracaso allí donde se intenta imponer. Pensemos en Corea del Norte, en la China, además de nuestros vecinos.
Pero algo más me hace preocupar por la infancia de hoy y de mañana: Las cartillas del Ministerio de Educación Nacional y sus atrevidos avances en educación sexual. Respeto a la comunidad Lgtbi, pero creo que es un abuso de poder promoverla. El orden natural dice que una familia está compuesta por un hombre y una mujer, los padres; y los hijos que conciban. Estos han de ser educados por los padres primordialmente, y por el colegio que estos elijan y concuerde con sus principios éticos.
Más me duele saber que esta campaña para que haya muchas personas LGTBI tiene el respaldo de montones de multinacionales que siguen una filosofía, según la cual, así se controla el crecimiento de la población mundial. Pero no queda ahí: también promueven el aborto y la eutanasia. Los adultos mayores, según dicha filosofía, cuestan mucho a los Estados y la sociedad, y lo mejor es aplicarles una inyección letal o provocarles un infarto. ¡Hasta dónde hemos llegado! Así es y esto que digo no me lo inventé. Está documentado.
Ahora entro a hablar de los menores reclutados por las Farc. No hablo de los otros grupos ilegales, porque con ellos todavía no se ha firmado documento alguno.
Reconozco que sentí un profundo dolor al oír la risa del expresidente César Gaviria al reconocer que el documento habanero de 297 páginas no incluía nada sobre los menores en las filas farianas. ¿Habría reído igual si sus hijos Simón y María Paz estuvieran en las filas guerrilleras y hubieran sido incorporados desde su preadolescencia? Seguro que no. ¿Dónde están su humanismo y solidaridad, expresidente Gaviria?
Porque todos sabemos que los niños son arrancados de sus hogares campesinos por las Farc. Que sus padres nada pueden hacer ante la amenaza de un fusil. Y que estos niños tampoco pueden huir porque corren un alto riesgo de ser asesinados.
También sabemos que son puestos como carne de cañón a la vanguardia de las cuadrillas. Que son entrenados para matar, aún a sus compañeritos.
Y algo peor: las niñas son usadas como juguete sexual de los guerrilleros. Que las violan, a veces masivamente. Que son escogidas por los comandantes como sus compañeras permanentes. ¿No es esto esclavitud?
Pero, además, son obligadas a abortar, si resultan embarazadas, en las condiciones más tristes y peligrosas, en donde no hay asepsia y o mueren o quedan en grave peligro de morir.
Si no mueren, siempre tendrán la tristeza de nunca haber podido arrullar al niño que palpitaba en su vientre. El instinto materno es tan fuerte, que una mujer prefiere tener un hijo aunque no sepa quién es su padre, a deshacerse de él.
Recuerdo un valiente video de una joven norteamericana que, arrepentida de haber abortado, tuvo el valor de alertar que Planned Parenthood es una red de clínicas de aborto de Estados Unidos, en donde les hacen un intento de lavado de cerebro para que se deshagan de su bebé, diciéndoles que es un simple costal de huesos y cosas por el estilo. Así se someten a una potente aspiradora que les succiona el bebé hecho pedazos. Eso sí. Ellas no ven este macabro ritual.
Pensemos cómo quedará la salud mental de las niñas de las Farc. Y cómo quedará la de los niños, obligados a matar. ¿Cómo quedará su concepto del valor de la vida propia y ajena? ¿Cuál será su idea del respeto al ser humano?
Además, seguramente son obligados a hacer los oficios más duros para complacer a sus jefes.
¿Cuál será su concepto de autoridad? ¿Y su concepto de moral y de ética?
Colombianos: pensemos en los niños de hoy y de mañana, si las Farc llegan al poder. Y pensemos especialmente en todos los niños, de ambos sexos, que han sido reclutados a la fuerza.
Hagamos un movimiento para que se acabe esta moderna esclavitud y la distorsión de lo que debe ser la educación en Colombia.
Por esto y por mucho más votaré NO en el plebiscito, cuya pregunta amañada la adoptó el presidente Santos porque él puede hacer lo que le venga en gana. Pobre país cuyo presidente no sabe que por encima de él están las leyes y la Constitución.
@gomezanam