En tiempos en que el gobierno se concentra en limpiar el pasado criminal de los terroristas y en buscarles una salida llena de decoro, beneficios políticos e impunidad y nuestros soldados y policías son puestos, a la brava, al mismo nivel de aquellos que asolaron a la sociedad, corresponde hacer un alto en el camino y rendirles un homenaje a esos héroes que cumplieron con su deber.
Así se diga lo contrario por parte del equipo negociador encabezado por el general Moral Rangel, los militares resultaron profundamente humillados y ofendidos en este proceso con las Farc. Al ponerlos al mismo nivel de los terroristas para efectos de buscar una solución jurídica, de entrada se está asumiendo que los miembros de la Fuerza Pública incurrieron en actividades ilícitas, cuando ellos estaban cumpliendo con el mandato constitucional y legal de defender a la República del desafío terrorista planteado por las Farc.
Solución jurídica diferente
A los militares no se les puede llevar a los mismos tribunales de las Farc, ni aplicarles las mismas medidas. Santos partió de la base de considerarlos criminales, cuando no lo son. Cedió ante el reclamo histórico de la guerrilla y de la izquierda radical que desde siempre ha dicho que nuestras Fuerzas Militares y Policía son cuerpos criminales.
Los integrantes de la Fuerza Pública, no podemos cansarnos de repetirlo, son héroes que ofrendaron sus vidas para impedir que el terrorismo se tomara a nuestro país. Recordemos que fue gracias a nuestro ejército que se logró evitar que un comando criminal del M19 diera un golpe de Estado, liderando un juicio contra el presidente Belisario Betancur con ocasión de la sanguinaria toma del Palacio de Justicia.
Si no hubiera sido por el arrojo y decisión de nuestros soldados, el M19 claramente habría cumplido con su propósito.
Y la forma en que la politizada justicia colombiana les pagó a los oficiales que lideraron esa operación de recuperación del Palacio de Justicia fue emitiendo contra ellos sendas condenas de más de 30 años de prisión.
El caso del coronel Luis Alfonso Plazas Vega es icónico. Pasó más de 8 años privado de la libertad, alejado de su familia por cuenta del testimonio de un testigo que sólo existió en la mente enferma de la militante de la extrema izquierda que fungió como fiscal de su caso. Parecía que la suerte de Plazas estaba echada, la injusticia estaba consumada hasta que en un último minuto la Corte Suprema de Justicia revisó la colección de irregularidades que se encontraban en el expediente del oficial y ordenó tumbar la condena que pesaba en su contra y cuyas motivaciones, más que jurídicas, eran políticas.
Y como el del coronel Plazas Vega, en Colombia hay montones de casos de soldados y policías que se pudren en las cárceles colombianas por cuenta de la guerra jurídica que se ha desatado en su contra. En este momento, hay 2200 militares privados de la libertad y alrededor de 15 mil con procesos penales abiertos. La mayoría de los casos son por los denominados “falsos positivos”.
El general Uscátegui, condenado a 40 años por una masacre que perpetraron los paramilitares en una zona en la que él no tenía mando, hoy se pudre en una cárcel a pesar de que todo el mundo sabe que es inocente, empezando por la justicia que en el caso de él no ha sido ciega, pero sí sorda y no ha querido evaluar las pruebas que demuestran el montaje que se hizo contra aquel oficial.
Un año antes de su muerte, alias “Tirofijo” dijo que las Farc cobrarían hasta el último guerrillero dado de baja por nuestras Fuerzas Militares y las cifras de soldados procesados infelizmente por la justicia indican que aquello está sucediendo.
Salidas en falso
Hace unos días, en una entrevista radial un general del Ejército, de apellido Pico, al preguntársele cuál era su opinión respecto de que en adelante le correspondería vigilar las zonas de despeje a las que van a ser conducidos los terroristas de las Farc, su respuesta causó estupefacción entre quienes la oyeron: se limitó a decir que era “un honor” proteger a quienes ellos, los militares, habían derrotado en combate.
Conocidos los acuerdos de La Habana, el comandante del ejército, general Alberto Mejía, pronunció un discurso en el que dijo, literalmente que “después de publicadas las 297 páginas de los acuerdos de paz, podemos decirle al ejército de Colombia: no hay una página, no hay un párrafo, no hay una frase, no hay una palabra, no hay una sílaba que pisotee al ejército de la Patria, que humille a los soldados de Colombia, que hipoteque nuestro futuro, o que nos ponga en desventaja estratégica…por ello, debemos estar completamente tranquilos”.
En diálogo con LOS IRREVERENTES, un general retirado que prefirió mantener su nombre en reserva para evitar retaliaciones del nuevo tribunal especial de paz, aseguró que los acuerdos de La Habana, en el corto plazo harán del colombiano un ejército bolivariano con las mismas características del de Venezuela.
Es hora de agradecer
Al margen de las valoraciones políticas que puedan hacerse y de la controversia legítima que causan las salidas en falso de los altos mandos de las Fuerzas Militares, corresponde hacer un alto en el camino y rendirle homenaje a todos esos soldados y policías que ofrendaros sus vidas por defender las nuestras, aquellos que perdieron sus extremidades por cuenta de las minas que indiscriminadamente sembraron las Farc a lo largo y ancho de nuestra geografía.
Gracias a ellos, las Farc no ganaron la guerra; gracias a ellos, durante el gobierno del presidente Uribe, la Seguridad Democrática logró reducir a su mínima expresión a esa banda terrorista.
Santos negoció su honor en La Habana; a pesar de ello, los colombianos siempre tendremos gratitud hacia nuestros soldados por el esfuerzo, la convicción y el patriotismo con que enfrentaron a los criminales. Por eso, en medio de la controversia política que produce el plebiscito, detengámonos por un instante y agradecerles por todo lo que hicieron para evitar que nuestra sociedad no sucumbiera ante la arremetida terrorista de las Farc.
@IrreverentesCol