Colombia entera conoce de sobra las salidas en falso de Martín Santos, el hijo mayor del presidente de la República quien desde que su padre ejerció como ministro de Defensa dio las primeras muestras de su personalidad abusiva, pendenciara, soberbia y arribista.
Martín Santos es el perfecto ejemplo de un muchachito inmaduro al que en un abrir y cerrar de ojos se le subió el poder de su padre a la cabeza. Basta ver el despliegue de fantochería que suele exhibir cuando se moviliza por las calles de Bogotá, cuando llega a restaurantes y ordena que le den la mejor mesa, sin importarle que el recinto esté lleno.
En la campaña de 2010, le imploraba a los uribistas, entre ellos a los hijos del expresidente Uribe, que lo acompañaran a las reuniones a favor de su padre. Una vez se produjo la victoria, Martín se dio a la tarea de despotricar de la familia del exmandatario en cuanto escenario le fue posible.
Traidor, mentiroso y manipulador como su padre, el hijo de Santos ha abusado de los bienes del Estado desde que su familia llegó al poder. Utiliza aeronaves oficiales para sus desplazamientos, cuando éstos son pagados por los contribuyentes colombianos para atender las necesidades de la Fuerza Pública. Mientras los soldados en el campo de batalla mueren por falta de atención de un helicóptero, el joven Martin pasea en un Blackhawk con sus amiguitos.
Dedicado a negocios inmobiliarios sobre los que no hay mucha claridad respecto del origen de los recursos con los que tranza propiedades en el sur de la Florida, Martín se ha convertido en uno de los principales promotores del proceso de paz que su papá está adelantando con los terroristas de las Farc.
Y es normal que un hijo defienda la obra de gobierno de su padre, por más torpe e impopular que ésta resulte. Con su palomita para arriba y para abajo, Martín Santos ha ejercido como “jefe de debate” del proceso de paz.
Pero la visión de paz y reconciliación que tiene el mozalbete es en extremo particular. Mientras habla de las bondades del acuerdo, alegando que éste conducirá a la concordia, ataca con virulencia, con odio y con sevicia a la oposición uribista. No ahorra adjetivos ni se impone límites, lo cual, dirán los psicólogos se explica por la inmadurez del muchacho.
Pero su temperamento violento es ostensible y se agudiza por cuenta del mal manejo del alcohol y otras sustancias. El país aún recuerda la bochornosa pelea en la que estuvo involucrado en Brasil, durante el mundial de fútbol, cuando él y sus compañeros de juerga hicieron volar platos y trompadas contra un grupo de colombianos que lanzaban arengas contra el gobierno de su padre.
La más reciente villanía de Martín Santos tuvo lugar en las últimas horas cuando, desde su cuenta de twitter, lanzó un desacomedido ataque contra su tío uribista, el exvicepresidente Francisco Santos al publicitar un asunto que atañe a su vida privada y familiar. ¿Es ese el respeto y la reconciliación que pregona la familia presidencial?
La bajeza de Martín Santos evidencia cuál es su catadura y pone de presente que él, además del apellido, heredó de su padre el talante bellaco y miserable que lo caracteriza.
@IrreverentesCol