La Constitución del 91 trajo una figura cuya dimensión el país no ha sabido aprovechar. La Defensoría del Pueblo fue diseñada para acercar la defensa, protección, respeto y restablecimiento de los derechos humanos de quienes antes no tenían acceso a ellos. Es decir, la Defensoria tiene que servir para democratizar el acceso a garantías para todo aquel que lo requiera.
El defensor del pueblo por Constitución debe promover, divulgar y hacer efectivos los derechos fundamentales e históricamente cumplir una labor extraordinaria en ejercicio de ese mandato proveniente de la norma superior.
El Defensor del Pueblo debe orientar a cualquier colombiano en lo que concierne a sus funciones, pero es claro que su labor tiene mayor trascendencia y en ayuda a las minorías como indígenas, negritudes, población vulnerable, desplazados, parejas del mismo sexo y, por su puesto, niños y ancianos.
Teniendo en cuenta, y próximo a la postulación de la terna por parte del Presidente de la República, la misma debe estar integrada por personas idóneas, honorables, pero sobre todo con una amplia experiencia práctica y conocimiento académico en derechos humanos, acción de tutela y acciones populares. Este cargo no puede ni debe entregarse a pagos políticos. Léase mermelada o a cubrir cuotas partidistas, no, el defensor del pueblo debe ser parecido al Chapulín Colorado: humilde, confiado, dedicado al prójimo y siempre lleno de recursos para defender al más débil.
Señor Presidente: la Defensoria del Pueblo no es suya, no es mía, no de los políticos, es como el Chavo del 8, de todos como del pueblo, no se le debe entregar a politiqueros, sin méritos, sin preparación, sin conocimiento, sin cercanía al ciudadano de pie.
El Defensor del Pueblo tendrá retos importantes como pueden ser: tener un papel destacado en la defensa de las víctimas del conflicto con las Farc en especial a quienes perdieron su tierra y cuyos niños fueron reclutados por ese grupo narcotraficante y terrorista y demás actores, incluidos paramilitares y bacrim. También brindarle asesoría jurídica a quien lo requiera en todo el proceso jurídico que pueda traer el mal llamado post conflicto, incluidos los desmovilizados. Pero labor importante del próximo Defensor o Defensora del pueblo radica en humanizar y dar condiciones dignas a los defensores públicos que actúen dentro del proceso penal, gente en su mayoría valiosa que merece mejores condiciones económicas y mayor apoyo de recursos humanos, científicos y técnicos para cumplir tan noble labor.
Hoy día, con las condiciones que hay, por más interés y capacidad que tenga un Defensor Público, la igualdad de armas con la Fiscalía es prácticamente una utopía.
Señor Presidente: el país necesita un superhéroe o una heroína al frente de la Defensoria pública. No necesita un burócrata, alguien que solo se haya dedicado a pasar de puesto en puesto, sin pena ni gloria.
Los colombianos queremos que quien defienda nuestros derechos tenga también plenos conocimientos y capacidad jurídica. Adicionalmente, la escuela de la vida, de la calle, estudios que solo dan la práctica y la experiencia.
Los colombianos queremos también un defensor que no tenga sesgos o prejuicios, ni vínculo partidista, alguien que pueda, con mente y corazón, defender el derecho católico, cristiano, protestante, judío, laico o cualquiera sea su credo o creencia. Un defensor que se pare a hablar por quien ha sido discriminado por sexo, ideología o raza hasta que esa discriminación deje parte de la vida país.
Una persona que desde la Defensoría nos defienda y garantice derechos fundamentales, pero que también como decía Martín Luther King nos enseñe que los derechos humanos son nuestros, que debemos tomarlos, defenderlos, promoverlos, entenderlos y sobre todo que cada colombiano sepa que los derechos son para darles vida.
Señor Presidente: ¿usted a quien prefiere en la Defensoria, un súper héroe o un político?
@CancinoAbog