La semana pasada, el cuestionado concejal de Bogotá Hollman Morris anduvo anunciando a los 4 vientos que concurriría a una diligencia en la Corte Suprema de Justicia. Algunos incautos alcanzaron a pensar que se trataba de algo relacionado con sus inocultables vínculos con la guerrilla terrorista de las Farc, a la que él, según consta en el computador de alias “Raúl Reyes” le ofrecía sus servicios profesionales para realizar documentales con imágenes de los secuestrados en poder de esa organización criminal, para efectos de “sensibilizar” a lo que él, Morris, considera la “frágil opinión pública”.
Error. La citación era para llevar a cabo la conciliación en una denuncia temeraria que Morris interpuso contra el expresidente Uribe, por unos comentarios que él hizo sobre Canal Capital. Morris, experto en posar como víctima, papel que le ha servido para quedarse con millones de pesos que le regalan organizaciones humanitarias incautas que creen las mentiras sobre las que él sustenta el supuesto riesgo que corre su vida, resolvió denunciar al expresidente por unas opiniones que él formuló respecto del manejo editorial que se le dio a Canal Capital durante la alcaldía de Gustavo Petro.
Morris siempre ha sido un periodista marginal, sin mayor capacidad de influencia, que vio en la defensa de los Derechos Humanos una estupenda alternativa para enriquecerse. Junto a su hermano Juan Pablo, han recreado una fantasía que han vendido en Estados Unidos y Europa, la cual se sustenta en una supuesta persecución sistemática de órganos de poder y de medios de comunicación en contra suya.
Por eso, cada vez que pueda, Morris no solo buscará la oportunidad de inventar denuncias contra el expresidente Uribe, pues ello le sirve para seguir su pantomima de “perseguido” y cobrar los respectivos cheques de las ONG internacionales que lo subvencionan.
Desde hace algunos meses, ha sumado a su estrategia un nuevo capítulo: declararse perseguido por la cadena radial más grande de Colombia, Caracol, enfocando su victimización en dos periodistas: Darío Arizmendi y Gustavo Gómez Córdoba, director de “La Luciérnaga”.
Gustavo Gómez, director de «La Luciérnaga», ha sido víctima de
los ataques y mentiras de Hollman Morris.
El show de Morris ha sido bien estructurado. Un día cualquiera, se plantó frente a las instalaciones de Caracol, para “exigir” que le permitieran hablar al aire. Como sabía de antemano que no le “abrirían los micrófonos”, tal y como él demandaba, la puesta en escena fue perfecta. Inmediatamente recurrió a las redes sociales para anunciar que no lo que querían dejar hablar y que lo estaban censurando.
Ese es el estilo de Morris un personaje oscuro al que se le debería investigar el crecimiento desmedido de su patrimonio durante el tiempo que ejerció como gerente de Canal Capital, averiguar, por ejemplo, el origen de los recursos con los que adquirió un lujoso apartamento en una exclusiva zona de Bogotá. Así mismo, debe indagarse si efectivamente se celebraron o no contratos entre Canal Capital y empresas fachada que estarían a nombre de testaferros de los hermanos Hollman y Juan Pablo Morris.
De igual forma, no se entiende porqué la justicia no lo ha llamado a responder por los datos que sobre él figuran en el computador de alias “Raúl Reyes” y que indicarían que los contactos sostenidos con el jefe terrorista trascendieron los lineros del ejercicio profesional. El computador de “Reyes” está, en este preciso momento, siendo utilizado como evidencia de la fiscalía para descubrir la fortuna de las Farc. Y si el contenido del mismo sirve para conocer dónde están las caletas de dinero de la guerrilla, aquello prueba de que los datos consignados allí son fidedignos.
Chequeo médico
La vida privada de las personas es inviolable, igualmente su historial clínico y sus debilidades o desequilibrios psiquiátricos, pero en tratándose de una persona que posa como víctima, que se autoproclama representante y vocero de sectores sociales, es imprescindible que no existan dudas sobre su solvencia moral y su equilibrio mental.
La credibilidad de Hollman Morris seguirá en entredicho en tanto él no se practique y haga públicas pruebas de laboratorio que demuestren que su comportamiento no está siendo alterado por sustancias psicoactivas, tal y como se ha denunciado ampliamente en diferentes escenarios.
Lo que sí está confirmado es que Morris ha hecho fortuna y logrado abrirse un espacio político posando como defensor de los Derechos Humanos y fingiendo amenazas contra su vida y persecuciones que sólo existen en su imaginación.
@IrreverentesCol