Algunos periodistas tienen una visión bastante pintoresca de la libertad de prensa y expresión, reivindicando el derecho que les asiste de criticar, investigar y denunciar a un sector de la política colombiana –fundamentalmente aquel que se ubica a la derecha del espectro-, atacando y descalificando a los ciudadanos, periodistas y medios de comunicación que defienden a quienes ellos fiscalizan.
La señora Cecilia Orozco Tascón, directora de Noticias Uno, columnista de El Espectador y entrevistadora dominical de ese periódico, es una habitual crítica de todo aquel que sea conservador, uribista o de derecha en Colombia. Sus columnas, entrevistas y reportajes en el noticiero que dirige son utilizados por ella para darle rienda suelta a su malquerencia.
El expresidente Uribe, el señor Procurador General de la Nación Alejandro Ordóñez Maldonado y últimamente el magistrado Jorge Ignacio Pretelt Chaljub han sido el centro de sus ataques. Ella, amparada en la Constitución Política de Colombia y las leyes, tiene todo el derecho de expresar sus opiniones, desarrollar sus investigaciones y, por supuesto, publicarlas.
Pero a quienes son atacados, les asiste el mismo derecho de responderle y controvertir sus opiniones. De eso se trata la libertad de opinión. Es un principio de doble vía.
Pero la señora Orozco, como algunos otros periodistas colombianos, creen que son depositarios de un derecho que los convierte en personas inmunes a la crítica. Durante dos semanas consecutivas, abusando de su espacio como columnista, se ha intentado victimizar por cuenta de las legítimas reacciones que han despertado sus ataques arteros, carentes de cualquier fundamento, injuriosos y en muchos casos calumniosos.
Orozco se vale de sus espacios en los medios para desahogar su ira contra la derecha.
Se queja porque alguien que ha sido hostigado y calumniado por ella, formule la respectiva querella en la fiscalía, cuando ella misma abusa de la administración de justicia, golpeando las puertas de sus amigos y defendidos, para denunciar a todo aquel que tenga “el atrevimiento” de cuestionarla o recordarle hechos de su pasado profesional.
Llega al extremo de calificar con los peores adjetivos a los medios de comunicación que publican informaciones que van en contravía de sus intereses comerciales y profesionales, olvidando que si hay un medio de comunicación en Colombia que merece ser señalado –por los socios que tuvo en sus inicios- es, precisamente, el que ella dirige.
La obsesión contra Pretelt
El magistrado Jorge Pretelt no ha sido vencido en juicio. La Constitución colombiana establece que todo aquel sobre el que no pese una condena en firme debe considerarse inocente. Para Cecilia Orosco, Pretelt es, per sé, culpable y todo aquel que dude de su sentencia se convierte en cómplice o agente suyo. Vuelve y juega: la periodista está en todo su derecho de creer y expresar aquello, pero un derecho exactamente igual les asiste a quienes no están de acuerdo con sus puntos de vista que, claramente, son obsesivos.
El magistrado Pretelt y el Senador José Obdulio Gaviria son dos de las víctimas de sus ataques.
Basta con revisar su modus operandi semanal para confirmarlo. Los domingos, en su noticiero, hay una sección dedicada al proceso Pretelt y los miércoles, en su columna, hace lo mismo. ¿Cuál es el interés de la periodista en desacreditar al magistrado que está sometido a un proceso judicial que tiene unos jueces y unos tiempos fijados por la ley? ¿Es algo meramente periodístico, o hay algún elemento personal detrás de todo aquello?
Haciendo un ejercicio simple, en el último mes y medio, la periodista le ha dedicado 4 columnas al ataque a Pretelt. Todas repetitivas, todas con el mismo contenido. Ni una sola palabra que antes no hubiera escrito. Su ataque está concentrado en el magistrado, su abogado, uno de sus jueces y, por supuesto, el partido político que lidera el expresidente Uribe.
Lo que para muchos resulta insólito es que no ponga de presente ante sus lectores cuál es su agenda. Intenta matizar sus inclinaciones revistiéndolas de imparciales, cuando habría que ser ciego y sordo para no darse cuenta que lo de Cecilia Orozco Tascón es el activismo, ejercido no desde una tarima en la plaza pública, sino desde una sala de redacción.
@IrreverentesCol