Aún faltan dos años para las elecciones presidenciales, pero la campaña empieza a tomar forma. La más reciente encuesta de la firma Yanhaas sobre preferencias electorales, muestra un panorama muy favorable para Gustavo Petro y Sergio Fajardo, cada uno con una intención de voto del 18 y 19% respectivamente.
El resultado de Petro llama poderosamente la atención, si se tiene en cuenta el altísimo nivel de impopularidad con el que abandonó la alcaldía de Bogotá el pasado 1 de enero. A pesar de ello, figura a la cabeza en la carrera por la presidencia en 2018.
Sin conocer cuál será la decisión final que adopte la sala plena del Consejo de Estado respecto del fallo proferido por el Procurador General de la Nación, Alejandro Ordóñez, destituyéndolo e inhabilitándolo para ocupar cargos públicos durante un periodo de 15 años, el exguerrillero del M-19 cabalga holgadamente hacia la primera magistratura de la nación.
Su contendor, Sergio Fajardo, quien goza de amplísima popularidad en el departamento de Antioquia tiene a su favor el hecho de que su nombre no genera grandes polarizaciones, como sucede con Petro a quien permanentemente sus opositores le enrostran su pasado criminal y su errático paso por la administración de Bogotá.
¿Qué pasa en la derecha?
Causa extrañeza que, dada la coyuntura política, el Centro Democrático, principal partido de oposición y que ha convocado a la ciudadanía a adelantar una resistencia civil contra los acuerdos que están próximos a firmarse en La Habana con el grupo terrorista de las Farc, no tenga definido quién será el candidato con el que aspiran a recuperar el poder en 2018.
La situación es compleja para el uribismo. Mientras en la izquierda se perfila la candidatura de Petro y en el centro-izquierda la de Fajardo, en el otro lado del espectro aún se decide el nombre de la persona que los deberá enfrentar.
Enredados en cuestiones de mecánica política, los uribistas no se ponen de acuerdo ni cómo ni cuándo van a definir a la persona que empiece a recorrer al país y de la mano del expresidente Uribe convoque a los ciudadanos para que se sumen a su movimiento de resistencia civil.
Aunque se da por descontado que el procurador Ordóñez correrá por la presidencia, está claro que lo hará por su partido, el conservador, razón por la que tendrá que enfrentar en elecciones primarias o en convención a otra candidata fija, la ex ministra Martha Lucía Ramírez. En contra de Ordóñez juega el hecho de que mientras esté en el cargo que actualmente ostenta, podrá hablar como candidato, comportarse como candidato, caminar como candidato, pero no presentarse como candidato y aquello trae consigo un costo político.
Alejandro Ordóñez y Álvaro Uribe: dos aliados naturales en las elecciones de 2018
Divide y reinarás
La indefinición del conservatismo y del uribismo juega a favor de Gustavo Petro, quien en 2011 supo colarse entre los candidatos que representaban un discurso distinto del suyo. Fue alcalde Bogotá con el 32% de los votos, mientras que el resto de sufragios se repartieron entre Peñalosa, Carlos Fernando Galán y Gina Parody.
Petro sabe que mientras haya muchos aspirantes de centro-derecha, sus posibilidades de llegar a la presidencia son cada vez mayores. Y ese elemento debería ser tenido en cuenta tanto en el Centro Democrático como en las filas de los que promueven la aspiración del doctor Ordóñez Maldonado.
Cada día que pasa, Petro y Fajardo seguirán corriendo solos, ganando adeptos, convenciendo y cautivando nuevos electores, mientras que quienes deben enfrentarlos pierden tiempo precioso en discusiones bizantinas respecto de temas que son de segundo orden, como el mecanismo que debe adoptarse para elegir al candidato.
Si el uribismo, en alianza natural con Ordóñez, quiere ganar la presidencia debería, en cuestión de semanas tener perfeccionado un acuerdo y presentar ante el país el nombre de la persona que peleará en las urnas la presidencia de la República.
@IrreverentesCol