Una posible salida, ante el problema de consumo de drogas, es la descriminalización controlada del porte y el consumo de la dosis mínima. De nada ha servido llevar a los consumidores a la cárcel donde, seguramente, su situación ha empeorado; las campañas de prevención y la lucha frontal contra las drogas, si bien han sido un muro de contención, no han logrado evitar que en Colombia el consumo siga aumentado.
Colombia, además de ser el mayor productor de drogas ilícitas del mundo, es un país consumidor. Preocupa que la mayor parte de los consumidores tiene entre 18 y 24 años de edad. La OMS en 2015 afirmó que, aproximadamente, un 10% de la población mundial consume sustancias ilícitas. En 2013, apenas 43.000 colombianos reconocieron consumir drogas, pero las autoridades sostienen que la cifra puede ser muy superior.
Con la aparición de las drogas sintéticas la cosa es más difícil. Según el experto Julián Quintero, cada año aparecen cerca de 200 nuevas drogas, anfetaminas, tranquilizantes, moléculas químicas que se pueden fabricar en pequeños laboratorios en el centro de cualquier ciudad. Muchas veces las autoridades no tienen capacidad para reconocerlas, de ser encontradas, ya que un pedazo de cartón con unas cuantas gotas puede contener decenas de dosis.
Esta situación obliga a que los Estados replanteen su estrategia contra las drogas, reconociendo al consumidor como un paciente y no como un criminal, asumiendo la situación como un problema de salud pública que obliga a concentrar mayores esfuerzos en la prevención y el tratamiento.
Según el Observatorio de Drogas de Colombia, el 48% de las capturas en 2014 estaban asociadas a las drogas ilícitas. Lo que demuestra la alta criminalidad asociada a las drogas en Colombia. Una salida, parcial, a la criminalidad asociada al consumo de drogas es proveer, de manera controlada, dosis a los adictos. Evitando que acudan a la violencia y al delito para satisfacer su necesidad, suministrándoles la droga en el marco de un tratamiento de rehabilitación.
Por otro lado, para proteger al consumidor y al resto de la sociedad, algunas actividades, que son peligrosas bajo los efectos de las drogas, deben ser controladas. Un carro en manos de una persona bajo los efectos de la heroína es un arma mortal, así como un bisturí en manos de un médico borracho. Esto obliga a que el Estado exija un examen periódico, como requisito para poder desarrollar ciertas actividades, que descarte el consumo de dichas sustancias.
La Corte Constitucional relativizó la dosis mínima, aunque no es su función; y el gobierno repite, sin proponer nada, que la lucha contra las drogas fracasó y que se debe dar un enfoque de salud pública. Pues bien, corresponde al Congreso de la República legislar en la materia y hacer propuestas puntuales sobre el tema.
@SHOYOS