Horacio Serpa representa todo lo deleznable de la política colombiana. A pesar de los fuertes cuestionamientos que existen sobre su proceder, sigue vigente en el escenario colombiano.
No está de más hacer un recuento rápido de su pasado para hallar elementos que permitan configurar un buen diagnóstico de lo que significa Horacio Serpa. Como miembro de la Asamblea Nacional Constituyente, fue uno de los más aguerridos defensores de la no extradición, tesis que, tras bambalinas, también defendían los jefes de los carteles de Medellín y Cali.
En la campaña de 1994, jugó un papel de primera línea en la elección de Ernesto Samper. Serpa se ha escabullido de cualquier responsabilidad por la narco financiación, alegando que su rol en aquella campaña se limitó a asuntos puramente políticos en su condición de “jefe de debate” del aspirante. Con habilidad, supo eludir una investigación que se adelantó en su contra por un hecho concreto: el viaje que realizó, entre la primera y la segunda vuelta de 1994, en una avioneta privada a la isla de San Andrés. En la aeronave, además del dirigente político, iban sendas cajas con dinero en efectivo generosamente donado por los capos del Valle del Cauca.
Si Serpa no terminó en la cárcel como su colega de gabinete Fernando Botero, o el director administrativo de la campaña samperista Juan Manuel Avella, fue porque los astros conspiraron a favor suyo. Un chofer que estuvo a su servicio se mostró dispuesto a contar todo lo que había visto y oído mientras trabajó para él. La fiscalía no ocultó su ansiedad por oírlo, pero 3 días antes de la diligencia el desgraciado hombre fue asesinado.
Como asesinada resultó otra testigo en contra suya, la tristemente célebre monita retrechera. Puras coincidencias macabras que, por cosas del destino, terminaron beneficiando a un Serpa que también ha sido señalado de ser el cerebro, junto a su compinche Ernesto Samper Pizano, de la muerte de Álvaro Gómez Hurtado.
El dirigente conservador era francamente incómodo. Samper, con la chequera del Estado, compró las conciencias suficientes para mantenerse en el poder. El problema estaba en que Gómez, un verdadero faro moral de la República, era incorruptible. Su posición contra el gobierno mafioso e ilegítimo era radical: había que propiciar la renuncia del presidente. Y cada vez eran más las personas que se sumaban al clamor del inmolado líder.
Dice un hampón de la mafia que la orden fue contundente. El mensajero de la misma, el amigote de antaño de Serpa, el abogado Ignacio Londoño Zabala. La consigna: matar a Gómez Hurtado. Y así sucedió. A balazos, en pleno norte de Bogotá fue ultimado el hombre que desde sus notas editoriales en El Nuevo Siglo tenía a lo que él llamaba “el régimen”, contra las cuerdas.
Aquel magnicidio está condenado a quedar impune. Serpa ha sabido moverse. Fiscales amigos se han encargado de enredar el proceso, de llenar de folios y folios el expediente para hacerlo prácticamente imposible de comprender. Así mismo, ha contado con un abogado formidable que, curiosamente, ahora aspira a ser fiscal general de la nación: Yesid Reyes.
Bribón, tramposo, marrullero, evasivo, infinitamente corrupto. Ese es Horacio Serpa. Y cual ave carroñera, ha sabido sortear las dificultades y, a pesar de los pesares, sigue vigente en la política nacional. Se resiste a pasar al retiro. Aspiró 3 o 4 veces a la presidencia. En una de esas estuvo a punto de ganar. Pero su proceder se ha encargado de pasarle cuenta de cobro, obligándolo a tener que conformarse con cargos de menor envergadura.
Ya en el ocaso de su carrera política, volvió al senado de la República. Allí está, aplastado, haciendo de las suyas, ejerciendo lo que Aristóteles calificó como la más noble labor humana, cuando le correspondía definir a la política, de la forma más ruin y miserable. Recogiendo migajas burocráticas por aquí y por allá, presionando para que a los suyos les reserven los mejores cargos de la administración, buscando al precio que sea que el próximo fiscal sea amigo suyo –el expediente por el homicidio de Gómez Hurtado sigue abierto- y extorsionando al presidente de Colombia. Genio y figura hasta la sepultura este Horacio Serpa, un monigote que pasará a la historia como una colosal sabandija que hasta el último de sus minutos se ha dado a la tarea de ensuciar la democracia del país.
@ernestoyamhure