¿Candidato?

¿Candidato?

Empieza una nueva etapa en la carrera política de Alejandro Ordóñez, quien puede convertirse en el líder de la derecha.

El día que el Consejo de Estado hizo pública su decisión de anular la elección del procurador Alejandro Ordóñez, él señaló que aquello era el cumplimiento del primer pacto de La Habana, dando a entender que su cabeza había sido negociada entre el gobierno y las Farc.

Es evidente que Ordóñez le resultaba incómodo al gobierno y a la guerrilla. No hizo pate del grupo de entusiastas validadores del proceso de paz. Se mantuvo al margen de las emociones, advirtiendo los riesgos que se estaban corriendo por cuenta de la negociación de principios tan delicados como la no cárcel para los responsables de los crímenes de lesa humanidad.

Aquello le valió para que en la Casa de Nariño lo incluyeran en la lista de los “enemigos de la paz”. Todo aquel que emitiera la más mínima crítica frente al proceso de paz entraba automáticamente al grupo de indeseables y Ordóñez, por supuesto, no iba a ser la excepción.

Para muchos, resultó exagerada y carente de evidencias la sentencia de Ordóñez cuando expresó que su salida era la consecuencia de los pactado entre el gobierno y los terroristas. Consideraron que las palabras del procurador carecían de sustento y eran una simple exageración suya.

No fue así. El encargado de confirmar el asunto fu el jefe terrorista Rodrigo Granda al afirmar que Ordóñez “merecía su salida” por ser “de extrema derecha, un fundamentalista”.

Claramente a los terroristas de las Farc una persona como Ordóñez, que se caracterizó por impartir justicia disciplinaria utilizando el mismo rasero para todos los sectores –inhabilitó a uribistas, a personas de izquierda, liberales, conservadores, sin distingo alguno-, es un enemigo al que hay que silenciar.

Desde hace muchos años Colombia no tenía a un procurador con el talante de Ordóñez, un hombre con carácter, criterio y de decisiones firmes. Fue un funcionario que nunca pensó en ser “políticamente correcto”, pues lo suyo era la defensa del ordenamiento legal.

Sus críticos, fundamentalistas de la izquierda, se encargaron de descalificarlo por sus creencias religiosas, como si en Colombia estuviera prohibido que los funcionarios públicos tengan una vida espiritual.

Durante los casi 8 años que estuvo al frente del ministerio público, Ordóñez actuó con la ley en la mano y no con las Sagradas Escrituras como quieren hacerlo ver sus enemigos.

Con convicción defendió la vida, oponiéndose a la monstruosidad del aborto y la eutanasia. No es aceptable, desde ningún punto de vista que una sociedad que se dice progresista permita el asesinato de niños en el vientre de sus madres, como tampoco lo es que un médico pueda ponerle fin a la vida de sus pacientes cuando se encuentren en estado terminal.

Así mismo, Ordóñez protegió la concepción tradicional de la familia al oponerse a que las parejas del mismo sexo puedan adoptar hijos. Al no existir un estudio concluyente que indique que los menores adoptados por parejas homosexuales no tendrán secuelas de orden psicológico ni dificultades de adaptación social, resulta imprudente abrir la puerta para que la legislación colombiana permita dichas adopciones.

El futuro de Ordóñez

Se da por descontado que Ordóñez entrará de lleno en la actividad política. Una voz como la suya tendrá eco en un sector muy importante de la sociedad que se declara de centro-derecha y que se siente huérfano de liderazgo. Ahí, Ordóñez tiene asegurado un nicho que resulta muy importante para arrancar a construir un proyecto político que pueda desembocar en una candidatura presidencial.

Es muy posible que quienes se oponen a que las Farc hagan política y sus líderes puedan ser elegidos, radicalicen su opinión cuando vean a Timochenko, Márquez o cualquier otro asesino de la guerrilla posando como candidato. Si Ordóñez maneja con astucia su discurso político, no le quedará difícil recoger el apoyo de aquellas personas y termine convirtiéndose en una verdadera opción de poder en 2018.

Los riesgos

No es la primera vez que un funcionario inmensamente popular sale del cargo para continuar en la arena de la política. Existen algunos casos en los que el ejercicio ha salido mal. Apenas Alfonso Valdivieso salió de la fiscalía para correr por la presidencia, su nombre marcaba muy bien en las encuestas, pero en cuestión de semanas la intención de voto hacia él empezó a marchitarse hasta que llegó a estar por debajo del margen de error.

A Valdivieso y Ordóñez los diferencia un elemento que juega a favor del exprocurador y es que mientras el exfiscal erigió su popularidad por cuenta de las decisiones que adoptó en el organismo de investigación, la de Ordóñez está afincada en ideas y principios doctrinarios.

No obstante, existe el riesgo muy elevado de que, una vez por fuera de la Procuraduría, la exposición mediática suya disminuya y aquello traiga un impacto negativo sobre popularidad e intención de voto.

@IrreverentesCol